ECOLOGÍA 
Tercer asalto al Parque del Este

ECOLOGÍA <BR data-src=https://hoy.com.do/wp-content/uploads/2006/02/D34C36B8-0AC8-4F13-BD22-B47F198DF8FF.jpeg?x22434 decoding=async data-eio-rwidth=460 data-eio-rheight=306><noscript><img
style=

POR DOMINGO ABREU COLLADO
Recientemente, un equipo pesado de la Secretaría de Obras Públicas penetró al Parque Nacional del Este practicando una trocha que, según denuncias, se extendió por casi dos kilómetros. La trocha tenía el propósito de practicar un acceso vehicular hasta la zona conocida como La Palmilla.

En realidad, no es éste el primer asalto al Parque Nacional del Este. La primera de esas invasiones con disfraz de legalidad ocurrió en 1997, cuando fueron separadas del Parque las parcelas ocupadas hoy por varios hoteles.

El segundo asalto se perpetró a principios del 1998, cuando una cuadrilla ocupó la Isla Catalinita y abrió una trocha de unos 600 metros de largo, en una islita de menos de un kilómetro.

El que se realizó recientemente es el tercero de los asaltos contra el Parque Nacional del Este, y cada uno de ellos ha cargado con representaciones naturales y culturales muy particulares del Parque.

La primera de las ocupaciones se cargó una laguna de aproximadamente 300 mil metros cuadrados, en la que habitaba una importante cantidad de aves lacunares, especies acuáticas y un importante núcleo de manglar.

Pero además, esa ocupación destruyó un gran yacimiento indígena apenas reportado, de donde se habían retirado algunos enterramientos de la época Taína.

La segunda ocupación -en la Isla Catalinita- se llevó entre el 15 y el 20 por ciento de la vegetación de la islita, una vegetación caracterizada por su achaparramiento y por ser considerada como un bosque de bonsais, dado el aspecto y edad de los componentes de ese bosque. El daño sobre la fauna de la Isla Catalinita nunca fue claramente evaluado.

Esta tercera ocupación, utilizando equipo pesado, amenaza con ser de las más destructivas si tomamos en cuenta que para llegar hasta Las Palmillas habrá que destruir varios kilómetros cuadrados de bosque. En tanto, el daño cultural no podría estimarse todavía, si no más bien temerse, ya que muchas zonas del Parque no han sido totalmente evaluadas. Pero se sabe que el área de Las Palmillas era un punto de entrada desde el mar hacia un poblamiento aborigen cercano a la costa.

Si el daño cultural que se produzca con este nuevo ataque resulta comparable al daño cultural de la primera destrucción en Bayahibe, tendríamos la pérdida de un espacio de ocupación aborigen estimable en unos 30 ó 40 años de trabajo arqueológico sostenido.

En las cercanías de Las Palmillas se encuentran también otros humedales que resultarían dañados. Los humedales costeros tienen una relación muy estrecha de interdependencia con el mar, principalmente en relación con la fauna que en ambos habita.

Algunas especies marinas de crustáceos, dependen de los humedales costeros para una buena parte de su existencia, la que se ve cortada cuando estos humedales desaparecen.

Esa situación produce en consecuencia una repercusión negativa en la economía pesquera, pues la desaparición de las especies marinas que dependen del manglar se reflejará en la desaparición de especies marinas comerciales.

La “liberación de áreas”

Por alguna razón la frase “liberación de áreas” se me asocia con la “liberación de Irak” y los miles de muertos que lleva dicha “liberación”.

La frase viene incluida dentro del Decreto número 686-05 que autoriza la utilización de las zonas de los parques nacionales Del Este y Jaragua a las que le fueron cambiadas la categoría de Parque Nacional a Areas de Recreo, pero manteniéndolas bajo protección.

Según el primero de los considerandos del citado decreto, la ley 202-04 sobre Areas Protegidas dejó “fuera de las restricciones para el desarrollo turístico” las áreas en cuestión, colocándolas entonces bajo “nuevas categorías de conservación, superficies, ubicaciones y límites”.

El segundo considerando indica que el propósito de la “liberación de áreas” es que los municipios y provincias donde se encuentran los Parques Nacionales Del Este y Jaragua reciban “los beneficios económicos, laborales y comerciales que genera la industria turística…”.

Un tercer considerando sugiere que -para entrarle a dichas áreas- deben preparase “planes bien definidos dirigidos al desarrollo de un turismo sostenible, coherente y armónico con su entorno…”.

Y un cuarto considerando indica que “el turismo debe considerarse como un factor de desarrollo sostenible en aquellas zonas que por sus condiciones naturales resultan un gran valor para la explotación turística”, señalando además que esas zonas requieren de la conciliación entre “la preservación de las riquezas naturales con una actividad generadora y propulsora de la economía…”.

Analizando los propósitos sostenibles

Hace mucho tiempo ya que eso del desarrollo sostenible se evidenció como una ambigüedad en estos países, donde la empresa privada asimiló sus postulados poniéndolos a su servicio y “demostrando” que la eliminación de un bosque, de una laguna, de un yacimiento arqueológico, de un arroyo, de un manglar o de una pradera de thalassia, muy bien podrían considerarse como contribuciones al desarrollo sostenible, siempre y cuando los beneficios de los hoteles que se construyan empleen una docena de mozos y jardineros y media docena de mucamas.

Con relación al primer Considerando, las áreas naturales y los parques nacionales nunca han estado fuera del desarrollo turístico. Más bien, han sido la razón del desarrollo turístico en toda la costa este, puesto que sin su atractivo natural a nadie se le hubiera ocurrido montar hoteles o resorts en las provincias que los albergan.

En cuanto al segundo Considerando, los beneficios económicos que aportan las áreas naturales no modificadas, como son los parques nacionales, nunca van a ser lo suficientemente calculados dado que desde mucho antes de nuestra civilización esas áreas ya estaban acumulando riqueza que nos han servido para desarrollarnos como nación. Todos los hoteles construidos y por construir en la República Dominicana no aportarían los beneficios económicos que aporta uno solo de nuestros parques nacionales. Pero ni siquiera el movimiento ambiental nacional ha tenido los suficientes arrestos como para reunirse a evaluar económicamente esos aportes y confrontarlos con los supuestos beneficios hoteleros.

El tercer Considerando habla de la necesidad de “planes bien definidos”, pero hasta donde se sepa, no existen esos planes, y no creemos que se escriban con tractores derribando bosques. La pregunta sería, ¿porqué no se escriben y se someten primero los planes antes de entrarle a los parques?

Y en cuanto al cuarto considerando, si se está importantizando el gran valor de la riqueza natural, ¿porqué es esa riqueza natural -junto a la riqueza cultural- la primera en caer y perderse en cada uno de los asaltos que ha sufrido el Parque Nacional del Este?

El turismo en Africa

Durante los siglos IX y XX el turismo en Africa estuvo estrechamente ligado a sus recursos naturales, principalmente a su fauna. Tan ligados estaban que la fauna iba a parar a las casas de los cazadores y a los zoológicos del resto del mundo. Pero nadie puede negar que durante ese turismo se beneficiaron económicamente los habitantes locales. Creo que les pagaban un décimo de dólar por día, sin la comida, claro, la que les era descontada del “sueldo”. Así se emplearon miles de aldeanos que antes no tenían empleo en actividades turísticas como cargar tiendas, armas, alimentos, agua, medicamentos, combustible, etc., y cargar de regreso jaulas con animales vivos, animales muertos, literas con cazadores, muestras de minerales, etc.

Era un desarrollo sostenible innegable. Se desarrolló grandemente la industria turística de los safaris y se desarrolló la industria de los zoológicos. Eso fue desarrollo. Y era sostenible porque este desarrollo encontró su sostenibilidad en las manadas de elefantes, leones, tigres, leopardos, panteras, cebras, búfalos y otros cientos de especies de mamíferos y aves capturadas y muertas en las llanuras africanas. Lo dicho, era desarrollo y era sostenible.

La carrera turística en la República Dominicana es por ocupar nichos de futuro turístico antes de que lleguen otros, y luego pelear por el mayor espacio posible para mantener el nicho… aunque para ello haya que meterse a ecologistas.

Más leídas