Las áreas protegidas atesoran muestras representativas de los ecosistemas, gran diversidad biológica y cultural. Además proveen un conjunto de servicios ambientales, sin los cuales no es posible el desarrollo de las sociedades, su bienestar y la calidad de vida de la población.
Un ejemplo de ello es el servicio del agua, que en la mayoría de los casos proviene de alguna cuenca, cuya cabecera está dentro de un área protegida. Es por esto que, en el caso de la República Dominicana, una parte considerable de los espacios en conservación fueron declarados para preservar territorios con fuentes hídricas importantes que contribuyen de manera significativa al desarrollo agrícola, industrial, energético y turístico.
Estas afirmaciones están contenidas en el libro Áreas protegidas de la República Dominicana, naturaleza en estado puro, de los especialistas José Manuel Mateo Féliz y Adolfo López Belando.
La obra fue publicada gracias al apoyo del Grupo Vicini y el Instituto Panamericano de Geografía e Historia de la Organización de Estados Americanos (IPGH-OEA). Cuenta con una introducción del experto del área Eleuterio Martínez.
Los especialistas afirman que con este trabajo persiguen sensibilizar a todos los sectores de la sociedad para que se sumen a la defensa, cuidado y protección del patrimonio natural y cultural, equiparable con símbolos como el himno, el escudo y la bandera.
Señalan que la preservación de las áreas protegidas implica disponer de una actitud vehemente y firme voluntad, pues constantemente están amenazadas por apetencias particulares, a pesar de su relevancia y de ser un patrimonio de toda la población.
Citan que en el país las áreas protegidas han sido declaradas como tales para conservar ecosistemas naturales representativos de las diversas regiones biogeográficas y ecológicas; terrenos de especial configuración o con particularidades geológicas, paisajes especialmente hermosos; sitios para el descanso y refugios de especies nativas en vías de extinción.
Además para proteger restos o ruinas de valor prehistórico o histórico, zonas con capacidad para salvaguardar el clima; humedales donde se mantienen depósitos acuíferos, manglares y zonas de refugio para la fauna y arrecifes de coral con fauna asociada.
Aclaración. Los autores del libro aclararon que el Sistema Nacional de Áreas Protegidas (SINAP) tiene 120 áreas y que en la publicación sólo consignaron 118 porque al momento de la edición salió un decreto con nuevas zonas que no pudieron incorporar al trabajo.
En su trabajo, Mateo y López se concentraron en 59 áreas, ajustadas a las categorías de manejo de: Areas de Protección Estricta (reserva científica, reserva biológica, santuario marino); Parque Nacional; Monumento Natural y Cultural; y Áreas de Manejo de Hábitat/Especies (refugio de vida silvestre).Para un segundo estudio se dejaron las restantes unidades que componen el SINAP.
Mateo y López afirman que reconocen la preponderancia de todas de los espacios en conservación, pero que lo que sí plantean como elemento de discusión es que algunas áreas que están bajo categoría de reservas forestales, probablemente deberían ser integradas en otras categorías más reestrictivas para fines de conservación y obtención de servicios ecosistémicos.
El SINAP está compuesto por 14 áreas de protección estricta con una superficie de 43,904.83 kilómetros cuadrados (km2); 30 parques nacionales para una extensión de 10,527,29 km2 y 28 monumentos naturales con 634.94 km2.
Además 18 refugios de vida silvestre con un tamaño de 618.54 km2; 15 reservas naturales con una extensión de 2,412.10 km2 y 13 paisajes protegidos con una superficie de 343.75 km2.
Parques Nacionales. En su trabajo, Mateo y López ofrecen los detalles de 19 parques, los cuales son son Armando Bermúdez, José del Carmen Ramírez, Nalga de Maco, Montaña la Humeadora, Lago Enriquillo e Isla Cabritos, Valle Nuevo, Sierra Martín García, Sierra de Baoruco y Cabo Cabrón.
También los parques Sierra de Neiba, Los Haitises, El Morro, Parque Nacional del Este, Jaragua, Manglares Estero Balsa, Manglares Bajo Yuna, Humedales del Ozama, Monte Cristi y La Caleta.
De cada uno se hace una descripción general, localización, superficie, accesos, origen y creación, geología, hidrología, climatología, recursos naturales (flora y fauna), recursos culturales (arqueología y antropología), uso público y servicios de los pueblos cercanos al parque.
La clave
Un dato
La primera área protegida del país fue declarada el 27 de noviembre de 1928 al designar Vedado del Yaque del Norte una porción de la Cordillera Central. Actualmente ésta forma parte del Parque Nacional J. Armando Bermúdez, con una extensión de 766 km2 que incluye territorio de tres provincias del norte. Resguarda numerosas cabeceras de ríos y arroyos.