El proceso de bancarrota de un gran número de bancos inversores e instituciones financieras ocurrido en Estados Unidos y el mundo apunta a la depresión económica, así como a la acentuación de contradicciones sociales y políticas a nivel nacional e internacional.

Se ha estimado que cerca de 100 bancos comerciales e inversores norteamericanos van a cerrar o quebrar, en los próximos doce meses, a causa del registro de pérdidas y depreciaciones contables por un valor estimado de más de 850 millardos (miles de millones) de dólares, sin posibilidades de que la dependencia gubernamental nominada Federal Deposit Insurance Corporacion (FDIC) pueda cumplir con su misión de rescate de los depositantes con cuentas inferiores a 100 mil dólares, en razón de que su fondo de auxilio apenas dispone de la suma raquítica de 39,6 millardos. En el futuro inmediato se espera que el sistema financiero se hunda en el pantano de la cesación de paga de deuda, a raíz del colapso de los instrumentos financieros denominados Credit Default Swaps (CDS) o tipo de derivado crediticio en que las contrapartes canjean la prima de riesgo inherente a una determinada tasa de interés de un bono o préstamo por un pago en efectivo, en caso de incumplimiento de las obligaciones por parte del deudor. En efecto, en el día de hoy los CDS declaran un  saldo ascendente a poco más o menos 60 billones, de los cuales alrededor de 20 millardos 33,3% corresponden a adeudos de corporaciones y los restantes 40 millardos o 66,76% a operaciones especulativas carentes de respaldo en la producción real y/o activos de calidad.

Las pérdidas acumuladas y las podas de los valores faciales de los títulos alcanzarían por lo menos 1,5 billones de dólares, no obstante la ejecución de planes y realización de medidas desesperadas de superación de la crisis, a cargo de las corporaciones financieras, la Reserva Federal y el  Tesoro.