La crisis económica y financiera de Estados Unidos cruza en estos instantes la sub-fase depresiva del ciclo de los negocios, no obstante las reiteradas declaraciones de las autoridades de las administraciones gubernamentales y publicistas de las corporaciones privadas sobre la inminente recuperación de la producción, la ocupación y la finanza, a raíz de la ejecución estatal de programas monetarios y fiscales de salvamento de grandes bancos comerciales y de ayuda a contados propietarios perdedores de sus viviendas.

En el primer trimestre del corriente 2009, en comparación con igual lapso de 2008, el crecimiento anualizado del  Producto Interno Bruto (PIB) se ha desplomado a -6,1% de 0,9%, en tanto el coeficiente de desempleo se ha encaramado a 8,1% de 4,7%.

La causa principal de este descalabro de las actividades económicas se encuentra en la bajada en picada de la tasa de rentabilidad empresaria a 8,5% de 11,3%, dada la combinación del excesivo acumulo de capitales productivos y dinerarios y el faltante de compradores solventes en los mercados internos y externos, en una coyuntura nacional crítica de escalada del déficit gemelo, insolvencia insuperable de la banca e impaga generalizada de los créditos por parte de empresarios, consumidores y gobiernos. En este año, el gobierno federal pretende cubrir la doble tronera de las cuentas fiscales y corrientes de balanza de pagos, iguales sucesivamente a -13,6% y -2,8% del PIB, tanto con emisiones inorgánicas de dinero como contrataciones de deudas interiores y exteriores, pese al peligro de arribar a la cesación oficial de repaga de obligaciones y a la estampida de capitales foráneos desde las inversiones en títulos de EU  hacia otros instrumentos más seguros de otros países.