Las autoridades gubernamentales japonesas acaban de anunciar que las actividades económicas han entrado en la fase recesiva del ciclo de los negocios, a raíz del registro consecutivo de tasas de crecimiento negativas de 0.9 y 0.4% del Producto Interno Bruto (PBI), correspondientes al segundo y tercer trimestre del corriente año 2008.
En verdad, la recesión de la economía de Japón se produjo en 2007, pese al intento de recomponer las ganancias y las ventas en base a la contracción de los costos salariales y la expansión de los valores de exportación.
Ese año, en relación al 2006, el PIB cayó a 2,2% de 2,4%, como resultado del desplome simultáneo del consumo privado a 1,7% de 2,0% y la inversión privada no residencial a 2,0% de 4,3%, no obstante el pronunciado declive del cambio de las remuneraciones laborales de 1,9% a 0,7% y el ligero repunte de las exportaciones netas de bienes y servicios de 0,8% a 1,1%.
La cuantiosa acumulación de capitales empresarios realizada en el pasado comenzó a recular en el transcurso de enero a septiembre de este año, al punto que se derrumbó en 6,7% en el tercer trimestre, a causa de la creciente sobreproducción de mercancías, expresada por la bajada a -0,3% de los valores netos exportables, y la aguda subconsumación de masas, reflejada en la variación de -0,9 de las compensaciones laborales.
En Japón hay que prepararse para ir de mal en peor debido al descenso de la cuota de ganancias corporativas, el decrecimiento de las rentas de las clases trabajadoras, las restricciones imparables de los mercados exteriores, la agravación de las hojas de balance bancarias y las finanzas públicas y las reiteradas muestras de incapacidad de las autoridades gubernamentales en la formulación de propuestas de solución a los procesos domésticos de especulación, deflación, recesión y bancarrota empresarial.