El movimiento de la economía ha tenido siempre la fuerte adversidad de los altos precios de los derivados del petróleo. Los comerciantes y trabajadores se preguntan muchas veces: ¿Dónde está el dinero? No circula. O venden poco o se les reduce el poder adquisitivo. No se repara siempre en el sumidero que a todos nos quita gran parte de lo que ganamos que se va en el empleo del transporte (familiar o empresarial) y en el sobre uso de plantas propias movidas por los carburantes más caros de América. La energía -poderosamente gravada- es la gran distorsionadora de las actividades productivas y del costo de la vida. Somos importadores netos de petróleo, y estamos gastando los beneficios que nos deja comprar el crudo fiado a largo plazo vía Petrocaribe para subsidiar nuestros propios robos de luz, pérdidas técnicas y las obsolescencias onerosas del sistema.
Los precios de los combustibles nos restan productividad e ingresos y nos auguran un futuro de pesadas deudas. Que las futuras generaciones paguen los platos rotos mientras las facilidades crediticias de Venezuela no se emplean para mejorar estructuras y reducir la dependencia del petróleo. El país vive un alivio circunstancial. Los precios internacionales del petróleo han bajado. Pero el Gobierno tiene que trazar políticas fiscales inteligentes para el futuro. El propio fisco se perjudica. Los precios altos de la gasolina acortan sus entradas tributarias porque reducen el consumo.
Cuando el mal apoya al mal
Si hay algo fundamental en el ejercicio de Estado que ha fallado a lo largo de los últimos gobiernos es la delegación de autoridad desde los altos mandos de la Policía, la DNCD (en grado sumo) y de otros organismos de seguridad como el DNI, hacia mandos intermedios y claves a cargo de las operaciones más importantes de esos organismos. La historia de los últimos decenios está llena de casos de comandantes regionales y departamentales que han hecho causa común con el crimen, manchando el uniforme.
Gente que nunca debió merecer la confianza de sus superiores para velar por la ley y el orden y que se vendieron al enemigo logrando en algunos casos permanecer largo tiempo en sus cargos, con todo y su perfil sospechoso, tipos que en algunos casos solo podían estar en funciones delicadas e importantes si tenían el apoyo de cuñas poderosas u obedecer a jefes del crimen enquistados de alguna manera en el propio poder.