Economía, reelección y violencia

Economía, reelección y violencia

A punto de cumplirse el 160 aniversario de la fundación del Estado dominicano nos encontramos ante una situación de crisis nacional jamás soñada. El valor de nuestra unidad monetaria, el peso, ha sufrido una devaluación inimaginable, se requieren 55 pesos criollos para adquirir un dólar norteamericano, operación que tres años atrás la podíamos realizar con solamente 17 pesos.

En el 2000 si alguien quería construir su casita podía con 285 pesos comprar un quintal de varillas, hoy tiene que aportar más de 1,500 pesos para obtener dicha mercancía. La libra de pollo pasó de $8.00 a la astronómica suma de $30.00, lo que significa que por un espécimen aviario de cuatro libras hay que desembolsar 120 pesos. El precio del arroz se ha elevado de $5.50 la libra en el 2000 a $20.00 en el 2004. No amos a mencionar por nada los precios de los medicamentos, ni mucho menos el de los combustibles a fin de evitar que el o la amable lectora dejen de continuar mirando los párrafos que siguen en este artículo.

Más bien vamos a trasladarnos en el tiempo a cerca de una generación pasada, es decir, a 1974 cuando presidía los destinos nacionales el fenecido líder reformista doctor Joaquín Balaguer. Para ello vamos a valernos de un artículo que escribiera para esa fecha el siempre recordado profesor Juan Bosch. Dicho aporte intelectual lo tituló don Juan: El origen económico de las crisis políticas. Empezaba nuestro autor señalando: «Hay que conocer la historia. El pueblo que no sabe qué cosas han sucedido en su país es como la persona que no sabe qué es lo que ha estado pasándole en los años de su vida. Una persona sabe lo que le ha pasado porque lo recuerda, porque tiene memoria de los pueblos, con la diferencia de que la memoria de cada persona está en su cabeza y la historia de un país no puede guardarse en le memoria de su pueblo; tiene que guardarse en libros y por esa razón para conocerla hay que estudiarla leyendo esos libros. Así como la memoria de una persona le permite recordar lo malo que le pasó y eso está presente siempre en su cabeza, lo que le sirve para evitar que repita lo malo que hizo y para evitar a su vez sus malos resultados; así la historia, que recoge lo bueno y lo malo que les pasa a los pueblos, les enseña a éstos cuáles fueron sus errores y qué resultados malos tuvieron para ellos y qué cosa deben hacerse o no hacerse para evitar que se repitan».

Refiriéndose al régimen establecido en 1924 luego de la ocupación norteamericana del 1916 nos dice Bosch: «Don Horacio Vásquez fue elegido para gobernar cuatro años, hasta el 16 de agosto de 1928, pero al acercarse esa fecha sus partidarios dijeron que había sido elegido para gobernar seis años en vez de cuatro, y se hicieron los arreglos necesarios para que se prolongara su gobierno hasta el 16 de agosto del 1930, y cuando fue derrocado ya estaba llevándose a cabo en todo el país una campaña para reelegirlo. ¿Fue por eso por lo que lo derrocaron; fue porque iba a reelegirse? Hay gente que ha dicho que sí, que fue por eso, y esa gente es de las que creen que la historia se mueve a fuerza de ideas; que los pueblos actúan en defensa de lo que llamamos ideales; pero los que creen que a Lilís y a Trujillo los mataron porque se reeligieron varias veces y que a don Horacio Vásquez lo tumbaron porque quiso reelegirse andan equivocados, están confundidos. Lo que les costó la vida a Lilís y a Trujillo fueron dos crisis económicas, y lo que le costó el poder a don Horacio Vásquez fue otra crisis económica, la que se conoce en la historia de la economía mundial con el nombre de la Gran Depresión de 1929 y también con el nombre de el Crack de 1929».

En referencia directa a Trujillo comenta don Juan: «la economía personal de Trujillo estaba muy ligada a la economía del país, y digamos también que el año de 1954 fue el del más alto desarrollo de la economía nacional a partir del día de la llegada de españoles a nuestra tierra y hasta el año 1961; y sin embargo, de la altura a que se llegó en el 1954 se cayó en una crisis que el mes de mayo de 1961 tenía paralizado al país en el orden económico. Esa crisis se debió principalmente a una conjunción o reunión de varias cosas; una caída en el año 1955 de los precios de los productos que vendíamos en el extranjero, como el tabaco, el azúcar, el café, el cacao; uso de la mayor parte del dinero de Trujillo en la compra de los ingenios azucareros norteamericanos y en la construcción de otros como el Río Haina y el Catarey; uso del dinero oficial o del gobierno en la fabricación de la Feria de la Paz, que fue una botadera de dinero… La crisis económica fue poniendo contra Trujillo a todas las clases sociales dominicanas y a la Iglesia Católica, y al sentirse malquerido Trujillo reaccionó apretando la mano aquí y afuera; le dio a Johnny Abbes García poderes de vida y muerte…»

¡Cuánto paralelismo entre los últimos días de Trujillo y los últimos meses de Hipólito Mejía! Este acaba de designar el Secretario de las Fuerzas Armadas y al Jefe de AMET en una comisión encargada de ejercer el poder coercitivo contra las empresas ligadas al negocio de la electricidad en el país. Preparémonos para una campaña electoral llena de amenazas, soborno, violencia, amagos de trampas e irrespetos de todo tipo. Sin embargo, no nos desanimemos ni perdamos la fe en la democracia.

Levantemos el fervor patriótico recordando el párrafo final del artículo que hemos venido comentando donde el fundador del Partido de la Liberación Dominicana concluía de la forma siguiente: «Los que han dedicado su tiempo a estudiar los fenómenos políticos saben que la historia no improvisa; que así como detrás de la noche va la mañana y luego el mediodía y después la tarde, así detrás de cada crisis económica se producen cambios políticos y éstos serán según lo quieran o lo permitan las fuerzas del pueblo. Fuerzas políticamente organizadas pueden dominar una situación y llevarla adonde le convenga al país; fuerzas políticamente desorganizadas o débiles serán barridas por los acontecimientos».

Ya el pueblo habló y le repitió en su propia cara al presidente que concluye su oscuro cuatrienio, la consigna que día a día prende más en el corazón de todos los sectores golpeados por la crisis: ¡Qué felicidad, Hipólito se va!

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