Mostrar las evidencias del crecimiento de la economía dominicana siempre es una gran noticia, porque esta es una vía que nos lleva hacia el progreso y el bienestar. Desde finales de los años 60 del siglo pasado, los dominicanos nos hemos concentrado, de manera mancomunada, en el incremento de las actividades económicas.
Los frutos de este esfuerzo que sobrepasa los 55 años se ven a lo largo del territorio nacional.
Ha habido asimetrías, también son evidentes, pero este fenómeno de ninguna manera niega el crecimiento.
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Si hoy la sociedad dominicana dispone de mejores hospitales, escuelas, oficinas públicas, calles, avenidas, autopistas, parques, comercios, supermercados, etcétera, se debe al crecimiento continuo de la economía.
El Banco Central acaba de darnos la saludable información del comportamiento de las principales variables económicas del país, las cuales apuntan hacia un desarrollo y crecimiento que dejan atrás, de manera vigorosa, los duros años de la pandemia de covid-19. El año pasado, el crecimiento del producto interno bruto (PIB) fue de 2.4%, una cifra lograda merced al esfuerzo de los empresarios, los trabajadores y las autoridades que adoptaron medidas financieras y monetarias agresivas y oportunas para que el aparato económico resurgiera.
Ahora, el salto de los meses de enero y febrero llegó a un PIB de 5.4%.
Una nota sobresaliente del ritmo que lleva la economía criolla es el vigor y la fortaleza que exhiben todos los sectores fundamentales de las actividades económicas, con la única excepción de la minería.
Sin dudas, nuestra economía va por buen camino.
Se dirá, con razón, que hay problemas económicos importantes que aguardan por transformaciones sustanciales, pero estas transformaciones –llamadas reformas—podrán acometerse en mejores circunstancias en un ambiente de crecimiento como el que exhibe el cuerpo económico dominicano en estos momentos.
La agropecuaria, la manufactura local, la producción de las zonas francas, la construcción y los servicios llevan una velocidad en su crecimiento que estimulan el optimismo, enamoran la inversión local y extranjera y garantizan estabilidad fiscal y cambiaria.
Solo nos queda seguir trabajando, continuar adoptando medidas inteligentes y justas y procurar que el fruto del progreso sea repartido con equidad.