Economía y enfoque de la fe cristiana

Economía y enfoque de la fe cristiana

Rafael Acevedo Pérez

(4-4)

Muy distintamente al deambular del alma humana, la propuesta cristiana se enfoca en un crecimiento espiritual con un solo objetivo que rige todas las conductas, actitudes y pensamientos. Nada similar a deambular o transmigrar de la metempsicosis que refieren las corrientes espirituales orientales.

El pensamiento cristiano, por su parte, asume un compromiso con la propia vida y la de los demás, es decir, de todo a nuestro derredor y medio ambiente, haciendo a cada individuo y cada grupo humano corresponsable de todo cuanto existe. En oposición al individualismo filosófico o religioso, especialmente el ateo o agnóstico, en los cuales el compromiso social es un asunto de libre albedrío o de conveniencia, táctica o estratégica, individual o colectiva, política o ideológica.

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Ni qué decir del individualismo vulgar o filosófico, ni respecto a la disolución en la anomia, el egoísmo, el egocentrismo o en los vicios vulgares.

La fe cristiana es una oferta única, de un vuelo directo, por menor precio que todo lo anterior, aun para los incrédulos. Su propuesta es de fe e identidad, individual y colectiva, de metas comunes, orden, sociabilidad, y de identidad. No hay manera de establecer la más mínima meta individual o colectiva, grupal o nacional, ni tampoco mundial, sin una precisión acerca de la identidad de los actores, civiles o políticos, militares o religiosos.

Max Weber explicó que sin la ideología cristiana no hubiera existido el desarrollo capitalista que hemos conocido. El sentido del ahorro y la reinversión, como parte de una ética religiosa calvinista, dio lugar a esa acumulación inicial, basada en la creencia de que el enriquecimiento del empresario era una señal de tener el favor de Dios. Junto, a una ética de ahorro y uso ético del capital.

Fe es, en primer lugar y en sentido práctico, la base de una gran estabilidad emocional y mental, individual y familiar, empresarial, societal o nacional. Como lo es el caso de Israel. Un pequeño país que ha resistido grandes embates, desde los egipcios, babilonios y persas hasta el imperio romano; y en tiempos recientes, del poder hitleriano y todo lo que ocurre con ese pueblo día a día.

Juan Pablo Duarte descubrió el poder de la fe, y lo puso en práctica. Con el lema Dios, Patria, Libertad, unificó una raza nueva, producto de etnias tan diversas como las aborígenes, africanas, española, judía y otras, materializando el proyecto libertario e igualitario que había nacido de la inspiración temprana de Montesinos, las casas y tantos idealistas cristianos desde a colonización.

República Dominicana, pequeño país, que puebla una media isla, que ha rechazado agresiones de los imperios de occidente, y que con un pequeño grupo de civiles se liberó de las fuerzas haitianas, (que habían derrotado al ejército napoleónico), venciéndolas en catorce batallas.

Los israelitas, similarmente a muchos pueblos con identidad fundamentalmente cristiana, tienen tal fortaleza ideacional, espiritual e identitaria, que acaso consejeros, organismos, fuerzas e intereses internacionales no parecen visualizar como algo inherente respecto del caso más cercano, la República Dominicana. (Por favor, no se equivoquen).

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