Ecos del enlace real

Ecos del enlace real

Tras la gran fiesta y la buena y abundante bebida, viene la resaca, sabido es. Pasada la ceremonia religiosa, el banquete y recorrido por las calles más emblemáticas de los hoy Príncipes de Asturias, Madrid empieza a recobrar la normalidad, propia del día después, en medio de los comentarios, que por allí llaman cotilleos, más picantes.

Y es que como bien reseña la AFP, el enlace entre el príncipe Felipe y Letizia Ortiz estuvo matizado por olvidos momentáneos, alboroto infantil, rayos y truenos sobre Madrid y mucha emoción contenida.

Y es así como la gente comenta que como un novio cualquiera, al príncipe Felipe le traicionaron los nervios y tuvo que recurrir al texto escrito para poder terminar el tradicional “Letizia, te entrego estas arras…”. Otro detalle que se añade al anecdotario de las bodas reales, como cuando en 1995 la infanta Elena se olvidó de pedir el consentimiento de su padre antes de dar el “sí quiero” a Jaime de Marichalar.

Se da cuenta también que a la hora de firmar el acta matrimonial del enlace, el cardenal arzobispo de Madrid, Antonio María Rouco Varela, quien ofició la ceremonia religiosa, rechazó la pluma que le ofrecieron y prefirió utilizar la suya propia.

Se habla de que la princesa Carolina de Mónaco acudió sola y con gesto huraño a la ceremonia religiosa, porque según las malas lenguas, su marido Ernesto de Hannover, se excedió con el alcohol la víspera tras la cena de gala en el palacio del Pardo, y sólo se pudo levantar para acudir directamente al banquete y salir en la foto de familia.

Los organizadores de la boda habían previsto regalar a los ciudadanos de a pie que acudirían a presenciar la ceremonia 180.000 abanicos rojos, amarillos y grises para dar color al paseo de los ya príncipes de Asturias por las calles del centro de Madrid. Pero como el hombre propone y Dios dispone, no fueron usados para aliviar el calor y dar color, sino para proteger cientos de cabezas del aguacero que cayó sobre la capital a mediodía.

“¡Hola Felipe!”, se oyó una voz infantil, cuando el Príncipe entró del brazo de su madre, la reina Sofía, a la majestuosa y silenciosa catedral de La Almudena. Era el pequeño Froilán, hijo de la infanta Elena, que saludaba a su tío. Los pequeños pajes de la ceremonia, pertenecientes a las familias Borbón y Ortiz, protagonizaron una verdadera revuelta infantil durante la misa en la que no dejaron de pegarse patadas, quitarse los zapatos y tirarse al piso, hasta que fueron llevados a la sacristía por sus niñeras. Hay quienes dicen que “no hay sangre azul que pueda con la naturaleza humana”.

Uno de los momentos más emotivos de la ceremonia lo protagonizó la abuela paterna de Letizia Ortiz, Menchu del Valle, al leer con su voz de locutora radiofónica la segunda lectura de San Pablo sobre el amor. Dicen los cotillas que fue el momento de la ceremonia en que Letizia Ortiz se mostró más emocionada, pero que doña Menchu se escuchaba algo nerviosa.

Tras todos los capítulos de la celebración de la boda real, AFP da cuenta que Madrid fue literalmente saqueada por cientos de ciudadanos, deseosos de llevarse a casa un “recuerdo” de la boda. Arrancaron las flores que sirvieron para la decoración de la ciudad y se repartieron las telas color rosa con la mención “Mayo 2004”, que cubrieron las vallas de protección.

Y el momento culminante para los chismosos surge cuando en un discurso de agradecimiento durante el banquete nupcial, el padre y padrino de la novia, Jesús Ortiz, recordó que a su hija Letizia le gustaba escenificar el cuento de “La Cenicienta” cuando era pequeña, pero que nunca pensó que la historia de la criada que llega a ser princesa pudiera hacerse realidad, comentario considerado bastante desafortunado por muchos de los invitados y la prensa presente.

Y a propósito, ¿dónde pasan la luna miel los príncipes? Nadie habla de ello, quizá por un excesivo celo de seguridad. Cosas de la realeza son, señor…

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