Ecosistemas sin dolientes

Ecosistemas sin dolientes

La foto de portada de nuestra edición de ayer, en la que se observa la destrucción de bosques en Los Haitises, habla de manera elocuente del abandono que afecta nuestros ecosistemas. No es el único caso, sino el botón de muestra, pues la foto de portada de la edición de El Nacional del sábado último muestra troncos de caoba  talada ilegalmente en El Cachón, Barahona. En la frontera, frecuentemente los militares decomisan carbón vegetal y troncos de árboles talados en nuestro territorio y llevados hacia Haití. La tala de bosques es un problema muy serio en este país, más en tiempos de calentamiento global y escasez de agua.

Es necesario que la Secretaría de Estado de Medio Ambiente y Recursos Naturales emprenda las acciones necesarias para contrarrestar esta depredación de bosques. Esa cartera debe ser provista de los recursos humanos y técnicos necesarios para una efectiva vigilancia de nuestros bosques, y en especial las áreas protegidas, como Los Haitises y otras. El secretario de Medio Ambiente, Jaime David Fernández Mirabal, parece dispuesto a hacer que las granceras cumplan la disposición de retirarse de las cuencas hidrográficas. En esa tarea debe merecer todo el respaldo de quienes en este país aman la naturaleza. Si decidiese meter en cintura a los depredadores de bosques, seríamos los primeros en arrimar nuestro  hombro solidario.

Clonación de un problema social

El Pequeño Haití, un asentamiento de varias cuadras enclavado en las inmediaciones del Mercado Modelo, integrado mayormente por inmigrantes haitianos, se ha ido multiplicando. Aparece ya en otras zonas geográficas con las mismas características sociales y económicas que el asentamiento original. Es como si el enclave se fuese clonando a sí mismo, con todas sus características impuestas por una especie de “genoma” social inmutable.

Un reportaje de nuestro periodista Arismendy Calderón, insertado en la página 12A de la edición de ayer de este diario, retrata esa realidad sociológica. Su origen, sin duda, es una inmigración haitiana irrefrenable, irresponsablemente irrefrenable, con pingües beneficios para las complicidades a ambos lados de la frontera, y con la cual se cuela un peligroso tráfico de drogas y armas. Alguna vez, cuando se decida retomar el control de nuestra soberanía, posiblemente será demasiado tarde.

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