Edad entra en escena en campaña  presidencial de los Estados Unidos

Edad entra en escena en campaña  presidencial de los Estados Unidos

La campaña presidencial de este año ha constituido una amplia prueba de actitudes hacia la raza y el sexo, dos fuerzas que son poderosas y volátiles en política. Ahora se sumará una más a esa lista: la edad.

En caso de resultar electo, el senador John McCain de Arizona asumiría el cargo en enero de 2009, a la edad de 72 años. Nadie ha empezado un primer mandato en la Casa Blanca tan viejo. En cambio, el senador Barack Obama de Illinois tendría 47 años, lo cual es ciertamente joven, aunque todavía cuatro mayor que John F. Kennedy cuando éste tomó posesión como el presidente más joven del país, en 1961 (y Obama será aun mayor que cuando Bill Clinton rindió juramento).

  Si la raza y el sexo son temas inflamables que hablan de los prejuicios ocultos y de las feas corrientes en la historia del país — «Yo sé que por ahí todavía hay barreras y prejuicios, a veces inconscientes», declaró la senadora Hillary Clinton en el discurso de aceptación de su derrota, el sábado pasado –, la edad al parecer conduce a cuestiones más complicadas.

   Esto se debe, en parte, al hecho de que la noción misma de «edad avanzada» está en flujo continuo, debido al aumento de la esperanza de vida y a los avances de la medicina; pero también porque las cuestiones de la edad pueden ser perturbadoras para cualquiera que esté del otro lado de la barrera. La raza y el sexo, en la mayoría de los casos, son categorías ineludibles. Pero, ¿quién de nosotros se considera a sí mismo viejo, con todo lo que esto connota: fallos de memoria, reflejos lentos y … un momento … ¿cómo dijeron que empezaba esa frase?

   Difícilmente sorprende que John McCain haya estado enconado la semana pasada con algunos de los simpatizantes de Obama que lo llamaron «confundido». McCain no contradijo al reportero que le preguntó si los suplentes de Obama estaban usando eufemismos. (El propio Obama dijo en mayo que McCain estaba «perdiendo el norte».)

   La edad va a figurar en esta elección, no sólo por la enorme brecha de edad que separa a los candidatos, sino también debido a las líneas de fractura causadas por la edad entre el electorado. Tanto McCain como Obama tendrán que vérselas con la gran masa de la generación de la posguerra, que constituye una importante parte del grupo de votantes y cuyos miembros ya estén aprendiendo en carne propia lo que significa envejecer. (Los más viejos de esa generación, nacidos en 1946, llegaron este año a la edad de retiro, los 62 años.)

   Muchos miembros de esa generación, como lo sabemos todos, aprecian y persiguen a la juventud, por lo que no sorpprenderá encontrarlos en los mítines de Obama este otoño, el equivalente político de los cincuentones que usan una gorra de beisbol con la visera hacia atrás. Empero, ahora que muchos estadounidenses viven hasta los ochenta y tantos años, aquellos que están empezando a recibir sus primeros cheques del seguro social, pueden adoptar simultáneamente la creencia de que seguirán siendo miembros activos de esta sociedad en las décadas por venir. Para esos votantes, McCain puede estar rompiendo una barrera, la de la edad, tanto como Obama y como Hillary Clinton.

   Y hay una complicación adicional: si bien es diferente tener una edad que pertenecer a una generación, las dos cosas están estrechamente ligadas en esta elección. McCain y Obama son los rostros de generaciones muy diferentes, en los extremos que engloban a la generación de la posguerra. McCain, nacido en 1936, pertenece al final del periodo anterior a esa generación, inquieto y confuso por las guerras culturales de los años sesenta (muchas de las cuales se desarrollaron mientras él era prisionero de guerra). Por su parte, Obama, al menos en espíritu, es miembro de la siguiente generación, la que se propuso decir que ya era hora de seguir más allá de los choques sociales y políticos que definieron ese periodo (en el que, no por casualidad, hubo conflictos por la raza y el sexo).

   «La edad no se mide sólo en términos cronológicos, sospecho», declaró Richard Norton Smith, historiador y académico residente en la universidad George Mason … y ex escritor de discursos de Bob Dole, quien tenía 73 años cuando ganó la nominación republicana en 1996. «Por ejemplo, no creo que haya sido la edad física lo que acabó con Bob Dole, tanto como la percepción de que pertenecía a una generación anterior, para bien o para mal.»

   Abundar en el tema de la edad implica el riesgo de contragolpes, lo que explica porqué otros asuntos se vuelven representantes útiles para hablar de lo que no se debe de hablar.

   Cuando McCain y sus asesores dicen que Obama es inmaduro, inexperimentado o ignorante de los modos del mundo, lo que realmente quieren decir es que Obama es demasiado joven para ser presidente. Y cuando Obama y sus simpatizantes hacen énfasis en la necesidad de cambio y de ruptura con el statu quo, o bien — y que esto no se malinterprete, por favor –, cuando subrayan lo importante que es la selección de vicepresidente este año, el subtexto, en cierto sentido, es la avanzada edad de McCain.   «Lo que yo he oído que dice Obama, básicamente, es: ‘Yo soy el cambio; él no»‘, comenta Bill Lacy, director del Instituto Robert J. Dole de Política de la Universidad de Kansas. «Creo que ésa es la forma más hábil de trazar la línea. Mientras más se esfuerce por presentar la edad de McCain como un lastre, más va a irritar a las personas de edad.»

   En efecto, a primera vista, la edad de McCain parece darle una oportunidad en esta elección. Obama luchó con los electores de edad en las primarias. Los sondeos de salida de todas las primarias más los caucus de Iowa y Nevada señalan que Clinton ganó el 59% de los votantes de 65 años y más, muy por arriba del 34% alcanzado por Obama con ese sector.   Y el panorama ha cambiado desde que Ronald Reagan tomó posesión a los 69 años de edad en 1981, estableciendo el récord que ahora McCain está tratando de romper. Consideremos la esperanza de vida, que llegó a 78 años en 1996, después de haber sido de 72 en 1975, según un reporte del Centro Nacional de Estadísticas de Salud dado a conocer la semana pasada.    Pero hay un giro curioso. Los asesores de Dole — que ahora tiene 84 años y ha fungido, no por casualidad, como vocero de Viagra — dijeron que una de las lecciones de la campaña de 1996 fue que el público más rudo de Dole estaba en ese grupo de edad. En los sondeos y entrevistas, esos votantes señalaban sus propias experiencias cotidianas — por ejemplo, las dificultades para cuadrar la cuenta de cheques — al explicar porqué tenían reticencias para apoyarlo.

   «Los votantes viejos conocen bien la medida de sus achaques, aunque estén sanos», explica Herbert L. Abrams, profesor de radiología en la Universidad de Stanford que ha escrito ampliamente sobre la edad y el liderazgo presidencial (y que tiene 88 años). «Yo sigo jugando tenis y todo eso. Pero mi capacidad de escribir con toda la facilidad y fluidez que antes tenía, eso sí ha cambiado.»

   Esas son experiencias comunes para las personas de edad, señala Abrams: «El sabe que ha cambiado su capacidad de procesar información; no lo puede hacer tan rápidamente. Y su concentración quizá no sea tan buena.»

   McCain, como reconocen muchos republicanos, se ve de su edad, con su impresión de pelo blanco, un rostro cicatrizado por el cáncer de piel y una postura rígida que es un recordatorio de las torturas que sufrió en una prisión de Hanoi. Cuando está al sol, usa lentes oscuros y sombrero: un admirable gesto de protección que, no obstante, tiene el efecto de hacer que McCain parezca como si estuviera descansando en una villa de jubilados en Arizona. Y cuando McCain quiere hacer una cita de la cultura pop, su referencia es «Barbara Ann», de los Beach Boys.

Zoom

Edad perjudicaría

A diferencia de Obama, si McCain se tropieza en la escalera o se equivoca con algún dato, eso tiene la posibilidad de convertirse en el momento que cristalice la preocupación por su condición física.

   Consideremos la reacción cuando Dole trastabilló en un escenario y acabó tendido boca arriba durante su campaña presidencial. Eso le hubiera podido ocurrir a cualquier candidato, aun de la mitad de edad de Dole; la razón de la caída fue que un trabajador no clavó bien una baranda. Pero el incidente desembocó en una fotografía de Dole, con aspecto traqueteado y frágil, del que sus asistentes aseguraron que fue devastador para su imagen.

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