EDITORIAL

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La Navidad debe ser un período para el recogimiento y la reflexión. Cuando menos este ha sido el objetivo de la celebración cristiana.

Pero, a la vez, estos días de asueto siempre han sido tentadores para que las celebraciones cristianas del nacimiento de Jesús conduzcan a los humanos a excesos que pueden resultar lamentables.

Así, estos días, en que por razones sociales los “tragos” son abundantes, la población debe redoblar las precauciones, tanto los que transitan a pie como los que conducen vehículos.

Esta Navidad la celebraremos a mitad de semana y esto hará que muchas personas conduzcan vehículos con niveles de alcohol en la sangre por encima de los considerados aceptables.

Sería imposible para las autoridades poder controlar a todos los conductores y determinar quiénes son los que se encuentran en mejores condiciones.

Por tanto, lo recomendable es que los ciudadanos, conductores y los que se mueven a pie, tengan cuidado, mucho cuidado.

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Cada vez es más frecuente, en estos días, que conductores de vehículos, tanto automóviles de todos los tamaños y estilos, como las motocicletas, excedan la velocidad o conduzcan en vía contraria a la establecida en calles y avenidas.

“Robarse una cuadra” o un pedacito de calle era un delito al que se aventuraban regularmente desde los motoristas hasta conductores de grandes “yipetas” en los barrios y calles de poco tránsito.

Pero en las últimas semanas estas acciones son cada vez más frecuentes en calles y avenidas de mucho tránsito.

Este es un delito que para algunos es “inocente”, de poca monta o leves consecuencias, pero que en realidad tiene implicaciones de riesgo considerables.

Las consecuencias de estas acciones pueden ser sumamente negativas. Quienes cometen estos delitos por lo regular tratan de ahorrarse unos cuantos minutos, pero ignorando que con ello ponen en riesgo la vida y los bienes de otros.

Estos delitos abundan en estos días porque precisamente el alcohol y la prisa, los tapones y las presiones que imponen las complicaciones entre las fiestas y el trabajo, inducen a muchos a violentar la ley.

Es preferible, sin embargo, conservar la calma cuando la situación resulte más difícil.

Los problemas que se derivan de estas “inocentadas” pueden ser más costosos y cuando se tienen que explicar ante amigos, jefes o en el tribunal resultan más engorrosos, porque nadie podrá entender cómo le dan una licencia de conducir a un imbécil que es capaz de arriesgar su vida y bienes y la vida y los bienes de los demás, por una tontería.

También por estas razones es que recomendamos a nuestros lectores conservar la calma, por muy difícil que esté el tránsito y por estrecho que sea nuestro tiempo. ¡Cuidado, mucho cuidado!

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