EDITORIAL

EDITORIAL

[b]Regeneración[/b]

La sociedad moderna tiene que empezar a desterrar el castigo contra el criminal o delincuente como única forma de resarcir a la sociedad por la ofensa cometida contra la ley. Sin suprimir la privación de la libertad del condenado, es necesario que éste sea devuelto a la sociedad no sólo castigado, sino además con aptitudes y habilidades constructivas que no tenía al momento de ingresar a prisión.

El castigo, como tal, no siempre representa un disuasivo eficaz que garantice que el individuo no reincidirá en el delito. A diario se tiene conocimiento de hechos criminosos fruto de la reincidencia de exconvictos, y ello tiene que ver con el hecho de que durante el tiempo que estuvo en prisión nadie hizo esfuerzos por darle al individuo aptitudes y conocimientos que pudiesen inclinarle a rectificar el rumbo de su vida.

De manera generalizada se piensa que las personas condenadas por faltas a la ley, sean éstas graves o sencillas, tienen suficiente con la reprimenda que contemplan las leyes. Sin embargo, esa parte del castigo y regeneración necesita ser complementada, sobre todo en aquellos casos en los cuales la comisión del delito fue inducida for formación hogareña traumática o falta de oportunidad de preparación técnica o profesional.

[b]-II-[/b]

La Cárcel Modelo de Najayo es una muestra excelente de lo que se puede hacer para una adecuada regeneración de inbdividuos con conductas torcidas. Son frecuentes los actos de graduación de reclusos en cursos técnicos que les permiten, una vez obtenida la libertad, insertarse a una vida productiva muy distinta a la que llevaban al momento de cometer el delito que motivó su prisión. Las posibilidades de prevenir la reincidencia son mayores cuando el preso es devuelto a la sociedad con principios y valores positivos, a los que quizás no había tenido acceso en toda su vida.

De Najayo han salido excelentes artesanos y técnicos que amparados en algún aval de las autoridades están hoy ganándose la vida con el sudor de su frente, y hay testimonios de algunos que afirman que si hubiesen tenido antes esa preparación, jamás habrían delinquido.

[b]-III-[/b]

Al ocuparnos de este tema estamos tratando de incentivar en las autoridades la iniciativa de mirar hacia las cárceles con criterios más prácticos y constructivos, y más identificados con el interés de regenerar las conductas torcidas de individuos que han faltado a las leyes.

En una ocasión, cuando apenas estrenaba el cargo, el procurador general de la República, Víctor Céspedes Martínez, prometió convertir en aula un compartimiento de la cárcel Rafey que, según denuncias de grupos defensores de los derechos humanos, era empleado para la tortura de presos. No tenemos constancia de que haya cumplido su palabra, pero consideramos que nunca será tarde para hacerlo, y algo más, generalizar ese plan en todos los recintos carcelarios importantes del país.

Definitivamente, hay que aligerar las taras socio culturales que han contribuido a que mucha gente se asocie con el delito como medio de subsistencia o como vicio. Tenemos que poner en agenda realizaciones acordes con la premisa de que no debe ser sólo castigo, sino también oportunidad de cambio de actitud lo que se debe poner a disposición de tantos seres humanos que no han tenido oportunidad de desarrollar lo mejor de sí.

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