EDITORIAL

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Según registros que maneja la Secretaría de Estado de Trabajo, en el período enero-mayo del presente año 64,000 personas perdieron sus empleos. Para cada uno de los casos, según las mismas estadísticas, la causa de la pérdida estuvo asociada con la crisis económica que afecta al país, pues medió en unos casos recortes de personal y en otros el cierre de empresas.

Una anotación a propósito de estos registros es que las cifras oficiales en esta y otras materias están siempre por debajo de la realidad, en unos casos por deficiencias y en otros porque no todas las ocurrencias son notificadas o registradas. Así, la secretaría de Trabajo puede tener anotados los casos de personas despedidas de empresa formales, pero difícilmente puede tener acceso a información sobre gente que pierde sus medios de ingresos en la economía informal, también por causa de la crisis.

El empleo privado es, quizás, uno de los indicadores más fieles de la situación económica de un país. El salario de los trabajadores es el dinero que va a parar a las cajas registradoras de las tiendas, de las empresas de servicio, al mercado de consumo en sentido general. Ese flujo, a su vez, motoriza una proporción apreciable de los ingresos fiscales, una parte importante de los cuales se destina al pago de sueldos de empleados de la administración pública, incluyendo, por supuesto, los supernumerarios, cuyo número en alguna oportunidad se calculó en 125,000.

El papel del empleo en la economía es, pues, uno de los más importantes y debe ser tomado como indicador confiable a la hora de tomarle el pulso a la economía.

Por todo cuanto hemos anotado anteriormente, la planificación de toda política económica oficial debe tener el empleo como una de sus principales prioridades. En este punto es oportuno aclarar que nuestra propuesta no se basa en modo alguno en el empleo público y mucho menos en el abultamiento de las nóminas del Estado.

Se debe hacer hincapié en el establecimiento de una política de empleo basada en el fomento de perqueñas y medianas empresas y talleres que permitan absorber mano de obra ociosa y mantener niveles de ocupación adecuados. Se debe procurar el fomento de la inversión en renglones con mucho valor agregado local, de manera que multipliquen las fuentes de empleo sobre la base de demanda de materias y servicios afines con la producción de que se trate.

Esto es necesario porque si se habla de que en los primeros cinco meses de este año 64,000 personas perdieron sus empleos, sin contar una franja importante que corrió la misma suerte en la econompia informal, habría que llegar a la conclusión que en todo lo que va de año los desempleados probablemente duplican esa cantidad.

En el diseño de las políticas de lucha contra la pobreza se debe tomar como prioridad el empleo en sustitución de la dádiva, de manera que los recursos que invierta el Estado por generación de empleo tenga una retribución indirecta tanto emn el aspecto social como en el fiscal.

El desempleo es una de las peores lacras de una economía, pues se presta para consabidas manipulaciones por parte de sectores políticos. En el fomento de la inverrsión para generar fuentes de trabajo está una de las mejores armas para luchar contra la pobreza.

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