EDITORIAL

EDITORIAL

En un país como el nuestro, con sus difíciles condiciones actuales, resulta desconcertante que las fuerzas sociales, en particular los partidos políticos y sus dirigentes, vivan aferrados a la condicionante de que si no es desde el poder, no se puede servir a la nación.

Resulta chocante que a la vez que desde la tribuna contestataria, opositora, se denuncia la profundidad de la crisis y su supuesto mal manejo o provocación, se vende la aspiración de administrar la crisis supuestamente para solucionarla.

Por ejemplo, los apagones fueron un común denominador durante los períodos de mandato que agotó Joaquín Balaguer a partir de 1966. Los opositores a su régimen tomaron esta deficiencia como arma de campaña para vender soluciones. El hecho de que todavía padezcamos apagones habla muy claro de la vaguedad de las promesas de entonces, pero todavía hay quienes prometen remedios para ese mal.

Ahora mismo, hay quienes toman el déficit cuasi fiscal y el hoyo financiero como plataforma para aventurar soluciones cuya factibilidad no son capaces de demostrar. Se maneja el asunto como si la crisis nacional, los perjuicios que afectan a todos los dominicanos, pueden ser manipulados como escalera para treparse al poder, sin importar si los problemas se resuelven o no.

Inclusive, a lo interno de los partidos surgen disputas entre facciones que aspiran a llegar al poder para «resolver», pero extrañamente no logra solucionar ni siquiera sus propias y a veces insulsas discrepancias. La vocación, pues, es por el poder, no por la concertación para elaborar y aplicar las soluciones.

[b]-II-[/b]

En algún momento las fuerzas sociales, particularmente los políticos, deberán reparar en el daño que le hacen al país con ese estilo que solo trasluce ambición de escapar el poder sobre la base de premisas y promesas falsas.

No hay duda de que los problemas nacionales son como para poner a todos a pensar en aportar posibles soluciones y alentarnos a pretender una concertación social que ayude a poner las cuentas en mejor situación. Deberíamos preocuparnos todos por llevar las condiciones del país hacia un punto a partir del cual pueda avanzar y equilibrarse.

Es un contrasentido vivir bajo la premisa de que las soluciones que se aporten desde fuera del poder benefician únicamente a quien lo ostenta en un momento determinado, cuando la realidad es que del mismo modo que los problemas nos perjudican a todos, las soluciones aliviarán o beneficiarán también a todos.

Y que no se crea que estamos cargándole únicamente a la oposición el baldón de este proceder, pues el mismo pecado se está cometiendo desde el poder, cuando se distrae en ejercicio proselitista tiempo y esfuerzos dignos de mejores metas.

Los perjuicios por la alta cotización del dólar, el escalamiento de los precios y otras ocurrencias son los perjuicios de todos, aún hasta para aquellos que obtienen beneficios materiales valiéndose de la crisis.

Pensemos, pues, que como víctimas que somos de la crisis, a todos nos corresponde solucionarla, cada uno aportando en función de sus posibilidades y capacidades. Probemos alguna vez que somos capaces de una gran concertación social por el país, no por nuestras particulares causas.

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