El ostensible caos de grupos armados, que secuestran y matan y la agenda de ricos que construyen obras a espaldas de autoridades que luego bendicen sus fines, han retado al Estado dominicano al blindaje fronterizo.
El país reacciona ante unos peligros reales aunque no debe perderse de vista que los odios y propósitos destructivos ( capaces de emigrar) y que no expresan sentimientos de la sufrida nación haitiana son, a fin de cuentas, motorizados desde la sombra.
Con un terrible antecedente: el presidente Jovenel Moise fue asesinado por una trulla sicaria que en el 2021 pudo ingresar desde el exterior con todos los siniestros permisos para llegar a sus habitaciones a acribillarlo hasta con la aceptación de su propia guardia personal. Escalofriante capacidad para la supresión de vidas anidada entre bastidores.
Se importa y exporta asesinos ya que los acusados de ser matarifes fueron traídos en paquete a la Hispania desde Colombia (como acaba de ocurrir en Ecuador) y porque los únicos dos o tres compatriotas de Moise que han sido condenados habrían tramado el asesinato en Miami y la justicia norteamericana (que así lo cree) pudo atraparlos. Allí a donde no llegaba la inmunidad para el crimen que ha permitido desmanes en Haití.
El perturbador sigilo y sevicia de quienes en el cercano país se atreven a cualquier cosa, merecen particular atención desde este lado de la isla, un territorio de casi 80 mil kilómetros cuadrados fracasado institucionalmente desde una de sus partes con amenazas hacia la otra.