Edna Garrido de Boggs
“El folclore no se acaba nunca”

Edna Garrido de Boggs <BR><STRONG>“El folclore no se acaba nunca”</STRONG>

POR CLARA SILVESTRE
Los recuerdos que la acompañan se constituyen en una valiosa fuente de sabiduría. En sus palabras se revela un entusiasmo, un amor por la vida y los demás, un sentido y un espíritu, propios del que ha vívido intensamente cada instante, y ha entregado sus conocimientos a una buena causa.

Edna Garrido de Boggs revela un ánimo extraordinario y una fuerza que la hacen inolvidable. A sus 93 años mantiene un rostro radiante, una mente que parece bendecida por Dios, y un entusiasmo incomparable.

Su vida ha estado rodeada de folclore, en un marcado interés por hacer trascender lo dominicano y valorarlo en su justa medida, y en ese afán se ha ganado el título de pionera del folclore.

En esta ocasión se encuentra en el país con motivo de la presentación de su libro Reseña histórica del folclore dominicano, pues desde hace años reside en los Estados Unidos, donde ha desarrollado una importante carrera como folclorista.

Al preguntársele respecto a que si existe algo soñado que todavía no ha realizado, respondió: “Con el folclore no se acaba nunca, con tantas categorías de folclore”. Y es que el legado dejado en este campo comprende diversas vertientes, entre ellas juegos infantiles, refranes y adivinanzas, mediante una ardua labor de investigación que ha dado como resultado importantes publicaciones.

Confesó que se involucró con el folclore por casualidad, por el año 44, cuando Amalia Aybar, una buena amiga suya y a quien consideraba una persona muy culta y educada en Francia, le informó sobre un conferencista que venía al país a impartir un curso, e indiscutiblemente estas cátedras despertaron en ella un profundo interés.

Cuenta que el profesor Boggs se hospedó en el hotel Victoria, ubicado en la calle 19 de Marzo, y ella como tenía automóvil lo llevaba de paso cuando salían de la clase; “un día, él me invitó al restaurante Hollywood y fue donde me sugirió que como era maestra, por qué no hacía por Santo Domingo lo que hizo María Savilla de Martínez, que había recogido juegos infantiles y publicado el libro. Me interesó y ese verano en seguida empecé a recoger la documentación, pero también en el curso nos enseñó a hacer el trabajo de investigación”.

Así fue como en el verano de 1945, en sus vacaciones, visitó el sur y comenzó a recoger todos los juegos, apareciendo también los romances que Pedro Henríquez Ureña había publicado en El Español en Santo Domingo. Él le dijo que podían haber más y también se interesó por ellos: los recogió y los publicó en “Las versiones dominicanas de romances españoles”.

“Seguí recogiendo mi folclore, me gané una beca y fui a estudiar folclore en la Universidad de Carolina del Norte, y fue una maravilla, porque en las universidades de los Estados Unidos hay intercambios y puedes pedir un libro de cualquier universidad y de las bibliotecas del Congreso. Por eso pude hacer mi libro tan bien anotado”, expresó.

Comparaba el folclore dominicano no solamente con el de España y Latinoamérica, sino del mundo entero, porque como señala “los juegos infantiles son universales, algunos de los que jugamos aquí, se juegan en China o Inglaterra, lo que ayudó a que el libro alcanzara la circulación que tuvo cuando se publicó en 1955. Fui a Argentina y una muchacha me dijo que mi libro era su Biblia, porque no se podía escribir nada sobre juegos infantiles que no tuvieran que consultarme, debido a la bibliografía que tenía. Por otro lado, también me alegré mucho cuando alguien me dijo que vio en Sevilla la publicación de mi libro “El folclore infantil en Santo Domingo”.

En su libro “Reseña histórica del folclore dominicano” se remonta de los inicios hasta el presente, como aclara, con las restricciones de quien no ha vivido aquí, deja a otros que se encarguen de poner más de lo que le ha faltado. Incluyó en él una parte del folclore recogido de boca de su madre, basadas en experiencias propias.

Edna Garrido de Boggs, entre vivencias y añoranzas

Confiesa que el secreto para mantener ese ánimo, sencillamente está en mantenerse ocupada, “a mi me encanta leer, leo todo y lo primero que hago por la mañana es leer el periódico con una taza de té. En este momento me encanta leer las biografías, novelas románticas, y por supuesto, lo folclórico”.

En la vida de Edna Garrido de Boggs muchas cosas han sido significativas, y en lo que respecta al folclore constituyó una grandiosa experiencia para ella. Recuerda que cuando empezó a recoger el folclore era una persona tímida, pero tuvo la oportunidad de relacionarse con tantas personas en todo el mundo que se abrió un horizonte en su vida, y por demás tantas puertas, que fue magnífico.

Entre sus gratos recuerdos se encuentran los trece años en que fue maestra. “Los niños los adoro. Encuentro que fui tan feliz cuando fui maestra, porque en realidad si uno no ama a los niños no es buen maestro, y ellos me querían. Fui maestra de primer grado y fundadora de la Escuela Julia Molina, y en mi curso habían niños y muchachas de 12 años, yo novata, pero esas chicas me tomaron tanto cariño, y una vez me enfermé y caminaron desde su casa a Gascue para llevarme unas florecitas”.

Luego fue maestra fundadora de la Escuela de Práctica Pedagógica hasta que fue designada como jefe de curso cuando se resintió la garganta. De vuelta de Estados Unidos, fue nombrada en la Dirección de Folclore.

Confiesa que lo que más le gusta hacer en el mundo es viajar, pero revela que ya sola todo resulta diferente, “ese era mi deporte favorito y el de mi marido, porque abre los ojos el ver tantas culturas. Yo experimento con todo y también con la boca, cuando viajaba probaba todo, mi marido no, como de todo para saber qué come la gente”.

Agregó: “Mi esposo y yo viajamos mucho. He visitado muchos países, visto muchas culturas y hablado con muchas personas de distintos lugares, tuvimos cierta libertad, no tuvimos perros, ni gatos que nos mantuvieran en casa, cerrábamos la puerta y nos íbamos tres meses en el verano. Entonces, teníamos tiempo para visitar y conocer colegas de todas partes del mundo. A ambos nos interesaba la ópera, la música folclórica”.

 Doña Edna sonríe al decir que ha hecho de todo, y comenta que “en Miami fui editora de una revista llamada Hacienda, que se publicaba para todos los países de habla hispana, así también de una revista agrícola, de una universidad y la Esso.

A la pregunta ¿qué hace para mantenerse así? Responde: “Aunque vivo en los Estados Unidos donde a la gente hoy día no le gusta cocinar, hago lo contrario, casi nunca como en restaurantes y preparo mis tres comidas completas. Soy enemiga de los médicos y las medicinas. No frío nada, mis vegetales los cocino al vapor y no uso sazones, y sí hierbas aromáticas para las carnes y pescados, y mira hoy me encontraron con la comida baja de sal, desabrida. No sufro de nada, nada más de calambres”.

Considera que ha vivido intensamente, porque ha hecho de todo, “he montado a caballo, que era uno de mis deportes favoritos y jugaba tenis. Hoy en día siempre estoy como me ves ahora, desde la mañana hasta la noche, porque hay quienes creen que porque están en la casa deben estar abandonados”.

Edna Garrido de Boggs nació en Azua, el 19 de junio de 1913, su papá era capitaleño y su madre de San Juan de la Maguana. Recuerda que allí tuvo una niñez muy buena, la cual recuerda con mucho cariño, “y como que la vivo todavía, recuerdo todo. De las cosas que más recuerdo es el jardín de mi madre, el patio de nuestra casa era la esquina de la calle 16 de Agosto con Anacaona. Y en ese jardín, mi madre tenía flores de todas clases, plantas aromáticas, y siempre me recuerdo de una flor que se llamaba Magnolia, era blanca y estaba a la salida del cuarto de baño, otra con flores rosadas que se llamaba Gigante, y una roja que se llamaba Estrella de Francia.

Agregó: “Entonces, ella hacia semilleros de claveles, cosmos, petunias, y todas esas plantas, como Galán de noche; entre las plantas aromáticas: albahaca, hierbabuena, limoncillo, salvia, apasote, ruda, y una mata de higos riquísimos que me encantan. El patio de mi madre era maravilloso. Pero también hacía unos platos riquísimos, además de dulces de toda clase. Era una persona muy inquieta que le gustaba hacerlo todo en la casa. Murió a los 89 años”.

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