Edouard Glissant, ¡para siempre!

Edouard Glissant, ¡para siempre!

Hace escasos días que ha partido Edouard Glissant, dejándonos un amplio pensamiento con el cual  debemos seguir trabajando. Nos ha legado los conceptos de la diversidad y de la pluralidad.

Este intelectual martiniqueño se doctoró en Letras en la Universidad de la Sorbona, y el crítico francés Jacques Cellard, del periódico Le Monde, lo ha señalado como “uno de los más grandes escritores contemporáneos”. Nació en Sainte-Marie (Martinica), el 21 de septiembre de 1928. Se formó en el Lycée Schoelder en Fort-de-France, hasta continuar sus estudios en París.

Tuvo un auténtico destino literario reconocido hace muchos años y quizá por primera vez, en su novela “La Lezarde” (La Lagarta), premio Renaudot 1957. En esos años era totalmente impensable que un afro-caribeño, de formación política independentista fuera reconocido por los “mandarines” parisinos de los grandes premios literarios.

Glissant durante toda su vida luchó por protegerse de todas las presiones ideológicas que trataran de interferir su pensamiento integrador y contribuyente de la renovación de los parámetros de la tolerancia dentro de la diversidad.  Después de haber combatido durante más de 20 años, en la década del 60, las posiciones políticas de la derecha tanto en su isla natal como en Francia y en Estados Unidos de Norteamérica, participa en el movimiento del intelectual y su mayor, Aimé Césaire, en el grupo de la “creolité”, compuesto por Chamoiseau, Confiant y Barnabé, con quienes se dedica a revisar y criticar el concepto de la “négritude” heredado de Leopold Sédar Sénghor y de Aimé Césaire.

Edouard Glissant quiso a través de sus comentarios y análisis, enfocar la diversidad y la especificidad caribeña con una apertura más abierta al mundo y a la realidad migratoria de finales del siglo XX.

“Si es verdad que no debemos olvidar nuestras raíces africanas heredadas de la trata negrera. Si es verdad que África suena encada esquina del Caribe; hoy, esa misma África se mezcla y se  roza con nuestras herencias amerindias, árabes, asiáticas y europeas. Y además hoy todos los pueblos que confluyeron a nuestras islas comulgan con las nuevas migraciones: convivimos con hindúes, srilankis, rusos, serbios, etc. Porque la humanidad se mueve y en cada hombre diferente, hay una cultura diferente que se añade a otras culturas”.

Con este extracto de su conferencia magistral ofrecida en el marco de un seminario sobre el Gran Caribe, en el año 2009 en Cartagena de Indias, Colombia, queremos insistir en la profundidad del pensamiento de Glissant, a quien le fuera dedicado este Seminario, y al cual fui invitada, gracias a mi relación por muchos años con este escritor. En su conferencia el admirado amigo le daba respuesta a un grupo de estudiantes del Centro de Estudios del Caribe quienes construían en su Universidad de Cartagena de Indias  el concepto del “Tout-Monde”, publicado por la importante editora francesa Gallimard en el año 1995. Es en esta novela-ensayo filosófica que Glissant expone con brío y elocuencia.

Cabe destacar que los estudiantes se apasionaron por la magnifica exposición de Glissant en la que enfatizó sobre la necesidad del diálogo entre las islas y el continente. Aquí logra una vez más Glissant magnificar América, cuando interviene sobre el tema de los “garifunas” de Costa Rica y de Belize, así como los de Guatemala, Honduras, etc. Al respecto, recuerdo que expresó:

“Después de mi interés por el mundo afro-americano y después de tantos años soñando con las historias de los barcos que llegaron a Cartagena de Indias, huyendo de la esclavitud, me siento más caribeño, más americano y más africano…Aquí, en esta hermosa ciudad, puerta de América Latina”.

En relación a muchos intelectuales del Caribe, Edouard Glissant siempre ha manifestado una gran curiosidad y atracción por las diferencias, como partes aportadoras de detalles fundamentales, nutrientes de la complexidad.  Por esa razón, pienso en su gran admiración por el novelista estadounidense Faulkner, lo que le llevó a estudiar a fondo los estados del Sur de Norteamérica y a profundizar en la obra de este autor que le fascinó y le inspiró.

Por  ser un hombre  abierto al mundo  y hecho para el  mundo, este escritor se comprometió con todas las ideas libertadoras.

Desde París  creó el tribunal de los escritores y en varias ocasiones se hizo tribuno para defender las causas  más nobles.  Tomó posturas  públicas contre el integrismo y el apartheid, y defendió las causas de Salman  Rushdie y de las  mujeres  kurdas,  movilizándose y ofreciendo su  firma y su vehemencia  frente  al terrorismo intelectual  de los gobiernos  totalitarios.

Para nosotros  importa  saber que su obra  siempre  fue  abierta  al movimiento de las  ideas y a los desafíos del siglo XXI. Nos decía, cuando siempre me acercaba a él,  en diferentes  convocatorias, y además, le invite en más de una ocasión a participar en eventos sobre el Caribe, que tuve el honor de organizar para el Centro Nacional del Libro de París, en la década del 90. “Más que nadie, nosotros los criollos del Caribe, los créoles,   tenemos que levantar la bandera de la convivencia, la bandera de la diversidad, porque  nosotros  somos  el Mundo: el todo  Mundo, pues, antes  que nadie nuestras islas se fueron  convirtiendo en un auténtico laboratorio de la  humanidad; a nuestros  hijos  digámosles  que somos  la primera  aventura de convivencia, por encima de la terrible  historia de la esclavitud, que tenemos  que recordar y superar a la vez.”

-Extracto del Manifiesto de su obra “Tout  Monde”-.

La partida  de  Edouard Glissant  el 3 de febrero,  deja un gran duelo en el pensamiento global, pues él fue quien animó y activó  los estudios de  autores  creoles y  criollos en la  Universidad de  Lafayette, en  Louisiana, pero además, dirigió por más de 10  años  la tesis  y  maestría de  estudios de literatura francófona de la Universidad de Nueva York.

Debemos continuar su lucha y sueños, ya que uno de sus últimos proyectos está pendiente de construirse, el Museo de Artes Plásticas y Visuales del Caribe, Museo de las Américas, que procura fortalecer los lazos caribeños con otros continentes.

Glissant era un apasionado de América Latina, con especial predilección por Brasil y Méjico, por su gran interés por todas las culturas ancestrales.

Cuando visitó la República Dominicana, invitado por  la  Embajada de  Francia, para  presentar una exposición que  lanzaría  su  Museo de las  Américas, se emocionó tanto por las  colecciones  taínas que lanzó la idea  de montar  una  muestra  itinerante por todo el Caribe y  América, y con  malicia repetía: “Porque también somos indios taínos”…

Sus primeros poemas (un campo de islas, la tierra de que se trate y les indes) le valieron la inclusión en la antología de la nueva poesía de París. Él juega un papel principal en el renacimiento cultural africano (Congreso de escritores y artistas negros en París en 1956 y Roma en 1959) y colabora en el diario de las nuevas letras. Ganó  el premio Renaudot  en 1958 por su primera novela El crack. Fue deportado de Guadalupe y tuvo residencia en Francia. Publicó en 1961 “Un juego”, “Señor Toussaint” y en 1964, una segunda novela, “El siglo IV”.

Volvió a Martinica en 1965, fundó una institución de investigación y enseñanza, la Basse Institut d ‘ Etudes. Su trabajo creció  en alcance y diversidad: ciclo de una continuación de la ficción con Malemort, El caso de la Commendatore y caoba.

De 1982 a 1988  es Director del correo de la Unesco. En 1989, fue nombrado «Distinguido profesor» de la Universidad Estatal de Luisiana (LSU), donde dirigió el centro de estudios de países de habla francesa y francés. Desde 1995 fue  «distinguido profesor de francés»

El  Mundo  Hispano  tiene una  obra  mayor  por traducir  y  vehicular  por  América, sabemos  que  la poeta  cubana  Nancy  Morejon seleccionó y tradujó para Casas, La Habana, 2002,  el poemario  Fastes (Fastos y otros poemas), pero la  mayoría de sus  obras  quedan por traducir al español, es decir  que  su  obra  queda  por  llegarle a las  mayorías de los hispanos-parlantes. Es definitivamente, una obra con profunda trascendencia filosófica y ética, muy necesaria para nuestro siglo y nuestros descendientes.

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