Eduardo Brito recibe lo que le correspondía

Eduardo Brito recibe lo que le correspondía

A 101 años de haber nacido y a 60 años de haber partido (penosamente en un manicomio), por fin la alta figura artística del barítono dominicano Eduardo Brito se coloca en el lugar que le corresponde, el Teatro Nacional.

Todo empezó con una iniciativa de un grupo de melómanos que eligieron a Eduardo Brito como el estandarte de su lucha.

El Club de Amigos de Eduardo Brito, del que recuerdo a Jesús Torres Tejeda, por nuestra cercanía y su pasión, tuvo su primera victoria cuando logró que a la Sala Principal de nuestro magno teatro se le llamara con su nombre (12 octubre 1997).

Los que se pueden adjudicar este logro entre otros, son Arístides Incháustegui, Carmelo Aristy Rodríguez, Mario Emilio Pérez, Miguel Holguín Veras y Álvaro Arvelo, cuya voz tronó más alto y cuyos lamentos (bien fundamentados) llegaron –gracias a que el medio es el mensaje-, más lejos.

Cuando el lunes de esta semana el secretario de Cultura, José Rafael Lantigua, y la directora artística del Teatro Nacional, Rosa María Vicioso, desvelizaron la tarja que deja constancia de la decisión del Presidente Leonel Fernández (Ley 177-06) de que este teatro lleve el nombre de “El Cantante Nacional”, la clase artística del país y los propulsores de esta decisión habrán sentido que la misión estaba cumplida y que tuvieron razón cuando continuaron en la seguridad de que no todo estaba perdido.

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