Eduardo el ponderado

Eduardo el ponderado

De los tres candidatos a la Presidencia de la República con mayor potencial electoral, Eduardo Estrella cuenta con el aval de una exitosa experiencia de política fiscal. En momentos en los cuales parte de los inconvenientes que vive el país se originan en inadecuados manejos fiscales, Eduardo sería el ideal.

Pero contra su candidatura conspiró desde un primer instante el Proyecto Presidencial Hipólito (PPH). Y, por supuesto, su candidato, el Presidente Hipólito Mejía.

El Partido Reformista Social Cristiano (PRSC) perdió, al morir Joaquín Balaguer, la espina dorsal de su estructura. En vida, y desde las vivencias de 1968, cortó alas y contuvo vocaciones, hasta convertir al reformismo en un reflejo de su propia figura. En aquella época surgían atisbos de sus diferencias con don Francisco Augusto Lora, quien controlaba el Partido Reformista. Dos años más tarde asumió el mando de la organización. Y no lo soltó hasta bajar a la tumba.

Pero esta centralización repercute todavía sobre el PRSC.

Proclives como somos los dominicanos al individualismo extremo, hemos roto y resquebrajado toda forma de organización colectiva hasta llegar al borde de la disolución social. Los partidos políticos no son ajenos a tales padecimientos. Por el contrario, al igual que en los sindicatos y en todas las demás entidades intermedias en donde se mueven recursos o poder, esta fragmentación es casi un derecho.

Tal enfermiza tendencia pudo incrementarse gracias a las abiertas campañas del PPH para atraer el voto reformista. El propio Presidente Mejía, transcurridas las primarias reformistas y todavía sacudido este partido por las diferencias imperantes, declaró que el PPH ofreció apoyo a este candidato. No contentos con ello, una soterrada campaña pregonaba que la esposa de Estrella era prima hermana del Presidente Mejía. Todavía es incuantificable el daño provocado por todos estos pronunciamientos abiertos o solapados.

Los mismos se proyectan como sombra siniestra sobre el reformismo, y hacia la candidatura de Estrella. En el tramo final del proceso, este candidato decidió enfrentar estas acciones. Para ello negó el rumor sobre el vínculo familiar de su esposa con el actual mandatario, y colocó promociones en que enfrenta abiertamente al Presidente Mejía.

Sin embargo, la visión que respecto del partido sustentan algunos sectores del PRSC, ha diezmado su otrora pujante fuerza electoral. Víctima por partida doble de fuerzas endógenas y exógenas, ha sido corroído por el descreimiento. Las primeras se explican en el quehacer natural del partidismo dominicano, tal cual lo hemos vivido desde la fundación de la República. Las segundas succionan el vigor de un partido de bases sólidas y, pese a cuanto ocurre, leales. Ambas corrientes, en el mejor decir de algunos dirigentes, lo vuelven una bisagra política.

Y Eduardo Estrella ha sido crucificado en las pugnas armadas por estas confrontaciones.

Pero este candidato vivió como pocos la experiencia de exprimir los cheles de una nación para volverlos valores rentables en infraestructuras sociales destinados a elevar la calidad de vida de sus gentes. Al frente de departamentos responsables por la construcción de obras de servicio y utilidad públicas, contempló cómo se manejaba un hombre dotado de sagacidad, astucia y desprendimiento para colocar la satisfacción colectiva delante de la propia. Un solo pecado consumió a Balaguer, que fue el dominio mismo del poder. Y para alcanzarlo no tuvo que abrazarse a oropeles o pasajeras glorias.

Eduardo Estrella abrevó en las fuentes de esa vida. Y queda el saber si es voluntad del Altísimo el que por encima de cuanto se contempla, hay espacio para verlo como instrumento del bien anhelado por nuestro pueblo.

Hace ciento treinta y nueve años, despidiéndose de la presidencia del Congreso Constituyente y tomando juramento al Presidente Buenaventura Báez, el Presbítero Fernando Arturo Meriño recordó cuán profundos e inescrutables son los secretos de la Providencia. Hoy puede repetirse tal expresión, fruto de la amargura de quien contemplaba cómo, por nueva vez ese 12 de noviembre de 1865, se echaba a pique el porvenir del país. Sin duda alguna sus hijos de la tierra, hombres y mujeres por bien intencionados que sean, están impedidos de conocer los planes de Dios.

Respecto de Eduardo Estrella sabremos de esos planes el 16 de mayo venidero.

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