Eduardo Estrella marca fin partidocracia

Eduardo Estrella marca fin partidocracia

El 22-07-07 podría marcar la cuenta regresiva para culminar con el vía crucis de la partidocracia, encaminada al Gólgota del martirio de una sociedad que no admite mayor plazo para cristalizar sus elementales apremios seculares.

Esa fecha histórica produjo el abandono del carcomido Partido Revolucionario Social Demócrata (PRSC) del ingeniero Eduardo Estrella Virella, uno de los políticos más reputados como serio del entorno vernáculo, con la prosapia, además, que no dispone ninguno otro.

Es decir, rememorando al legendario general Pedro Estrella (Piro), abuelo de Eduardo, y al general Guarionex Estrella  Sadhalá (Guaro), padre de Eduardo, ambos intachables como militares y como ciudadanos que no obstante atravesar un intrincado trayecto signado por el despotismo más severo, ninguno de los dos se salpicó ni de corrupción ni de vandalismo contra sus paisanos.

El primero se le alzó a un tronante e incipiente general Rafael Leonidas Trujillo, comandante de «la fuerza», el Ejército, en Los Amaceyes de Tamboril al despuntar aquella tiranía sofocante de los derechos más elementales del ciudadano, acción levantisca a la cual lo acompañó un apenas imberte jovenzuelo poeta y escritor llamado Miguel Angel Jiménez, Cuchico.

Don Piro luego pactó con El Jefe, porque no había otra manera de sobrevivir, mientras que don Guaro fue el último jefe de escolta del generalísimo cuando cae ajusticiado en un charco de sangre luego de 31 años y siete meses de satrapía aberrante, sufriendo las torturas y vejámenes porque su hermano Salvador era de los conjurados, sin don Guaro conocerlo.

Esa pincelada o introito imprescindible, para explicar a los que no conocen aún a Eduardo Estrella, su valía como ser humano de excepción y su accionar en la lid política que concepciona como sentenció, el primero, Aristóteles, que «era la más pura de las ciencias porque se centraba en los apremios ajenos».

Sentencia que ha sido pisoteada, escarnecida, burlada, como el ejercicio de la democracia en la concepción de Alexis de Tocqueville, ungiéndola como la máxima expresión de la convivencia social armónica, civilizada y altruista.

Ambas premisas han sucumbido al socaire terrible de la partidocracia en que todos consumen los bríos más potentes de sus existencias en servirse del pueblo para servirse ellos, no servir al partido para servir al pueblo.

Así todo ha devenido en una frustración y/o fracaso y colapso permanente de las ansias seculares y atávicas de las sociedades todas, no solo la nuestra, porque se ha esparcido el virus perverso y nocivo de la corrupción y al Estado como la nodriza que nutre fortunas imposibles de justificar jamás.

En los Estados Unidos de América la pandilla nefasta que lidera el presidente George Bush jr. y que integran los Dick Cheney, Donald Rumnsfeld, Paúl Wolcowitz y Richard Perle, han desvirtuado los postulados de los Padres Fundadores que rehusaba la fuerza como método impositivo y que burló, el primero, el presidente James Xnok Polk cuando al precisar lo imposible de enfrentar a Gran Bretaña para robarle territorios de noroeste, incurrió en la infamia de cercenar al débil México de 2.5 mm de kmts. cuadrados y cumplir así su teoría del Destino Manifiesto.

Aquí, los tres partidos políticos que han accionado el poder luego del tiranicidio que no han satisfecho las necesidades elementales de los ciudadanos de educación, salud, agua potable electricidad y el planeamiento correcto para que los dominicanos alcancen a precios razonables los alimentos diarios y controle la delincuencia ejerciendo a plenitud el monopolio de la violencia.

Esos apremios básicos no han cristalizado en 46 años de «democracia», incluyendo 22 años del déspota ilustrado que profundizó como ningún colega suyo la corrupción, y sus espontáneos pupilos extrapartidos que lo han calcado e imitado en lo peor de sus referencias, no en su tacañería para arbitra el erario y la incuestionable obra de infraestructura que legó al país.

Seguiré en una próxima entrega

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