Eduardo Galeano: su legado político, literario y deportivo

Eduardo Galeano: su legado político, literario y deportivo

El sentido deceso del prominente escritor uruguayo Eduardo Galeano el pasado 13 de abril no sólo puso fin a una de las mentes más lúcidas e influyentes del pensamiento político de la izquierda latinoamericana de las últimas décadas, sino que con su inteligencia emocional y originalidad incomparable, dejó un inmarcesible y multifacético legado en periodismo, ficción, análisis político, documental, historia y deporte.

La primera noción personal sobre Galeano nos llegó a mediados de los 70 por vía de nuestro hermano Mateo Morrison, quien para entonces ya despuntaba como un promisorio joven escritor. En una de las usuales reuniones familiares, Mateo con inocultable entusiasmo puso en nuestras manos, “Las venas abiertas de América Latina,” obra cumbre del citado autor, quien analiza la historia de la explotación de nuestra región desde la colonización europea hasta la etapa contemporánea dominada por potencias como el Reino Unido y los Estados Unidos.

La publicación de ese libro desde 1971, en una época marcada por las luchas sociales, políticas e ideológicas en América Latina, se había convertido en una lectura obligada para los jóvenes revolucionarios de nuestras naciones que enfrentaban las injusticias de gobiernos reaccionarios, entreguistas y conculcadores de las libertades públicas. Muchos intelectuales progresistas llegaron a considerar este texto como una “Biblia Latinoamericana”.

En sus afanes libertarios no estuvo solo, siempre contó con la solidaridad de destacados escritores y artistas de la región entre estos Gabriel García Márquez, Mario Benedetti, Ernesto Sábato, Carlos Monsiváis, Jorge Enrique Adoum y Pablo Milanés.

Su primera visita a la República Dominicana ocurrió en el año 1983 con ocasión del Encuentro Internacional de Escritores Pablo Neruda, con los auspicios de la Universidad Autónoma de Santo Domingo. La organización de este acontecimiento sin precedentes en el país se confió a Mateo Morrison, a la sazón Director de Cultura de la antigua academia de estudios. Los presidentes de honor fueron Juan Bosch, Manuel del Cabral, Manuel Rueda, Pedro Mir y Aida Cartagena, durante la rectoría del Dr. Bidó Medina.

La invitación se le hizo conjuntamente con su connacional el eminente crítico Emir Rodríguez Monegal mediante una delegación integrada por los escritores Mateo Morrison, Andrés L. Mateo, Abel Fernández Mejía y Enrique Eusebio, en el marco de un congreso de escritores realizado en Puerto Rico. Su segunda visita se produjo en el 1997 como invitado de honor con ocasión de la 24va. Feria Nacional del Libro, durante la gestión del Lic. José Lantigua como Ministro de Cultura.

Durante su fecunda labor produjo otras obras importantes: Memoria del Fuego, Patas Arriba, la Canción de Nosotros, El Libro de los Abrazos, Las Aventuras de los Dioses, El siglo de Viento, y numerosos ensayos sobre temas políticos y literarios diseminados en periódicos y revistas.

Un aspecto que hemos preferido dejar de último -quizás el menos conocido- es su extraordinario legado a la literatura deportiva llena de ingeniosos enfoques, la actividad que adoptó con mayor pasión, gracias a su inconmensurable amor por el fútbol, el deporte de la identidad nacional de su país, y el más universal de todos. Se autodefinió como un hincha desbordante, seguidor sin pausa del Club Nacional de Fútbol. Su impactante imagen como comentarista en una cadena durante el último Mundial de Fútbol quedó grabada en el imaginario popular.

Entre sus escritos sobre temas deportivos se destaca su ingeniosa obra El Fútbol a sol y sombra, un compendio de enfoques originales y chispeantes sobre los mitos, historia y personajes del popular deporte, una galería que va desde Pelé, Maradona, Garrincha y Sanfilippo, sin obviar sus críticas a los manejos del fútbol-negocio de la FIFA. Llamó la atención su invención de la llamada “Teoría Lionel Messi”, consistente en que el superastro argentino del Barcelona lleva la pelota adentro, adherida a su pie, no afuera, de ahí la imposibilidad de quitarle el balón.

Gloria eterna para una figura de gran sensibilidad humana, estilo único e inteligencia superior.

 

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