Eduardo Latorre: un año después

Eduardo Latorre: un año después

El pasado día 16 del mes en curso hizo un año que «la muerte madrugó a la madrugada» y te arrebató la permanencia física entre nosotros. Partiste precisamente casi un año antes de que se efectuaran las elecciones en las que salió triunfadora la candidatura del PLD por lo que no tuviste la oportunidad de conocer que se produciría la vuelta al poder de quien te llamó a colaborar en el gobierno que presidió aunque no pertenecías al partido ganador, ni de los «amigos» del Presidente.

Me hubiese gustado saber tu decisión final de volver a desempeñar un cargo en el gobierno, si de nuevo te hubiesen llamado, después de tu experiencia, y la de las personas que comprometiste en tu gestión, exitosa por cierto, al frente de la Chancillería, pero que al ganar otro partido todos tuvieron que aceptar una forma de ostracismo en su propio país. Recuerdo que en una ocasión te hice esa pregunta y me respondiste que no estabas en disposición de hacerlo, sobre todo por el trato que se le dio a quienes comprometiste a ir al gobierno a desempeñarse como funcionarios del Estado en funciones técnicas. No querías, me dijiste, sentirte nuevamente responsable por los que son injustamente desplazados de sus empleos después de haber hecho una buena gestión.

«Cuando un amigo se va…» además del amigo, se van muchas cosas, pero quedan otras. Queda, sobre todo, el recuerdo. Y el recuerdo no es sólo un arma contra el olvido, sino una forma de mantener la presencia de quién se ha ido para siempre. A través del recuerdo logramos su permanencia entre nosotros, que es la manera que tenemos los humanos de aproximarnos a la eternidad. La eternidad no se está solamente en la posible existencia de otra vida, sino en permanecer en ésta, por lo que hizo y como se hizo. La permanencia se asegura, como una forma de eternidad, por los principios y valores observados y por los que se luchó; por los aportes realizados, en lo personal y en lo colectivo; por los ejemplos dados en los espacios en que se desenvolvió y en los cargos desempeñados; por el profundo sentido de amistad que siempre manifestó.

A través del recuerdo, que rescata de la memoria lo que no debe ser olvidado, estarás siempre entre nosotros cuando alguien llegue a ser Ministro sin ser del partido gobernante, ni de las personas cercanas al Presidente, permanezca en el cargo por los cuatro años del período, y realice una gestión catalogada, aún por adversarios, de exitosa, o cuando un funcionario de alto rango del gobierno pague con su tarjeta personal lo que otros entienden como gasto de representación. También estarás presente al ver que alguien en el desempeño de algún cargo no exija a nadie lo que él no está dispuesto a exigirse así mismo; cuando veamos que se es capaz de variar una opinión o una decisión frente a una argumentación mucho más adecuada a la que sirvió de base a la opinión externada o a la decisión tomada, o cuando se esté dispuesto a aceptar lo que se entiende que es justo, aunque en lo personal le perjudique.

Te harás presente Eduardo cuando nos encontremos con personas que por un alto sentido de solidaridad social decida dedicar los esfuerzos de toda su vida, así como sus conocimientos, al servicio de instituciones sin fines de lucro, o al desempeño de funciones de Estado y que prefieran guardar silencio, aún recibiendo ataques injustos, cuando una vocación de ser funcionario del Estado sea recompensada con la marginación que aconseja la mezquindad de nuestra política vernácula.

Donde quieras que estés, apreciado amigo, en este primer aniversario de tu partida, te recordamos con cariño y reconocimiento por tus aportes como amigo, funcionario del «tercer sector» o del Estado. Esperamos que también recibas el reconocimiento de quienes se sintieron lesionados por cualesquiera de tus decisiones y acciones, aunque ese no fuera tu propósito. Nosotros apelaremos al recuerdo para mantenerte en la memoria y en el presente. Amén

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