Educa tus emociones

Educa tus emociones

REPORTAJE. EFE   Quieres reducir tu estrés laboral, obtener más éxito en el trabajo y mejorar tu salud mental? Aprende a expresar, comprender y -en la medida de lo posible- a “controlar” las emociones propias y las de quienes te rodean. Resulta crucial hacerse consciente de las reacciones impulsivas y automáticas, para poder reconducirlas.

Miedo, sorpresa, aversión, ira, tristeza, alegría… Los diccionarios y manuales las definen como “alteraciones del ánimo intensas y pasajeras, agradables o penosas, que van acompañadas de cierta conmoción en el cuerpo”, y como “reacciones subjetivas al ambiente que vienen acompañadas de cambios orgánicos”.

Son las emociones, esos estados afectivos pasajeros, que además de provocar expresiones faciales, acciones y gestos, y mayor o menor distancia entre las personas, producen en quienes las experimentan efectos fisiológicos e involuntarios, como temblores, sonrojos, sudoración, respiración agitada, dilatación de las pupilas y aumento del ritmo cardíaco  y otros síntomas.

Para algunos expertos las emociones son mucho más que eso: pueden convertirse en una de las mejores armas para acercarnos a la felicidad y alejarnos del malestar, si sabemos “educarlas”.

Según Pablo Berrocal, profesor de Psicología de la Universidad de Málaga y experto en inteligencia emocional (IE) en el ámbito de la salud, la IE es “la capacidad que tenemos todos para percibir nuestras emociones y las de los demás, comprenderlas, expresarlas y canalizarlas en nuestro beneficio”.  Cuando se consigue el dominio sobre las emociones propias y ajenas, mejora la salud mental y física y también se optimiza la productividad de las empresas, ya que “un trabajador contento quiere ir a trabajar y producir lo más posible”, dice el experto.

Para lograrlo, lo primero que aconseja Berrocal es evaluar el nivel de IE de la persona: ¿expresa bien sus emociones o las inhibe?, ¿sabe aprovecharlas para potenciar sus aspectos positivos, como la creatividad o la capacidad de decisión?, ¿comprende emociones complejas, como los celos o la vergüenza?

El siguiente paso consiste en aprender “a vivir las emociones” incluidas las relacionadas con un alto estrés emocional, como las que pueden surgir en un servicio de Urgencias, y demostrar “las habilidades con las que se consigue canalizarlas en positivo”. “En el caso de la sanidad o salud, sus profesionales deben aprender a comunicar malas noticias, a escuchar al paciente cinco minutos más, ya que esto mejora la relación con él, a potenciar los aspectos positivos del trabajo y aceptar lo negativo e inevitable, sobre todo  en las situaciones de estrés”, ha aconsejado.

Para fomentar la IE al relacionarse con otras personas, en general, hay que optimizar las habilidades que nos permiten intuir cómo se sienten los demás y “regular las emociones de los demás con lo que hacemos y dejamos de hacer, algo que todos hacemos todos los días  involuntariamente”, según Berrocal.

Las claves

1.  Para valorar la propia madurez emocional

 Hay que preguntarse: ¿expreso bien mis emociones o las inhibo?, ¿las aprovecho para potenciar aspectos positivos, como la creatividad o la capacidad de decisión?, ¿comprendo los celos o la vergüenza?

2.  Conflictos

Los   que hacen que una persona se movilice y busque soluciones tienen que ver con el mundo emocional y el tono anímico en sus relaciones.

3.  Emociones

Una de las emociones más nocivas es el miedo al futuro, a la inseguridad económica y a la soledad.

Atender para reeducarse

Para la psicóloga Patricia Martínez, experta en Psicoterapia Psicoanalítica, “la mayoría de los conflictos que hacen que una persona se movilice y busque soluciones tienen que ver con el mundo emocional y el tono anímico en sus relaciones”. Una de las emociones más nocivas es el miedo: al futuro, a la inseguridad económica, a la soledad.

La otra gran aventura emocional es el amor, distorsionada por la dependencia y el miedo al rechazo y al abandono, que surgen cuando la pareja afronta situaciones complejas que atentan contra su estabilidad.

Otra emoción clave es la esclavitud o adicción ante ciertas ideas, formas mentales o conductas no deseadas que se repiten y de las cuales no podemos liberarnos.  Pero ¿de dónde surgen las emociones? “Las reacciones anímicas son disparadas por pensamientos, procesos o guiones mentales, que a veces nos pasan desapercibidos porque son muy rápidos”, señala la experta.

Son “constructos” que se montan en la mente en función de patrones de interpretación de lo que percibimos en el entorno, que son muy íntimos dentro de nosotros y a su vez son producto de una trenza formada por experiencia, educación y genética.

“Esos patrones pueden llegar a modificarse ejercitando la atención sostenida”, señala, y agrega que “detrás de los errores existe un ‘si me hubiese dado cuenta…’. La atención sostenida, que consiste en estar despierto o en observar las cosas, nutre a la conciencia y al darse cuenta”.

Cuando se la ejercita día a día, la atención se va despertando y se sostiene cada vez más. Por ejemplo, al recibir una mala noticia, lo primero que solemos hacer es producir un estado de protesta, queja, victimismo o desgracia que nos invade emocionalmente.

“No estamos atentos para saber que detrás de esas situaciones en apariencia negativas, hay cambios que nos hacen evolucionar, y oportunidades de desarrollo”, explica Martínez.

Otras veces llegan cosas que hemos pedido pero que ahora nos asustan porque no sabemos lo que nos deparan. Estar atentos sirve para darnos cuenta de que estamos progresando.  

Mediante la atención sostenida tomamos conciencia de lo que pasa dentro nuestro y localizamos las raíces de nuestros estados negativos, de tristeza, soledad, miedo o indefensión.

A partir de allí, podemos reprogramar nuestros modelos mentales y formular en palabras aquellos estados que queremos vivir. Al recrear nuestros programas mentales y cambiar nuestras creencias más profundas, nos convertimos en co-creadores de nuestra experiencia: elegimos lo que queremos creer, y terminamos por crearlo.

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