Los debates sobre los temas de sensibilidad humana y social son importantes y, bien orientados, pueden contribuir a la búsqueda de medidas provechosas y de prevención, pero si en algunos casos derivan en discusiones estériles, contribuyen muy poco a soluciones prácticas y efectivas.
Este razonamiento aplica para múltiples aspectos de interés general y en estos días también mueve a reflexión sobre las preocupaciones y planteamientos relativos al angustiante drama de los feminicidios, que han estado en una vertiginosa secuencia.
En medio de este inquietante fenómeno y de algunas voces que hacen ruido pero que poco aportan, han surgido coincidencias y propuestas que, quien acogidas e impulsadas de forma global, podrían perfilarse como el medio estratégico para atacar este mal social de forma integral, a fin de disminuir drásticamente el número de víctimas.
En realidad no se trata de un descubrimiento nuevo, pero sí de ampliar y fortalecer las campañas de educación y prevención en un punto que, a la luz de los antecedentes, ha probado ser entre una multiciplidad de causales, el elemento desencadenante de la mayoría de los feminicidios: el machismo, esa impropia, desfasada y peligrosa actitud de llevar a pensar equivocadamente que el hombre es por naturaleza superior a la mujer y que, en consecuencia, ésta debe estar sujeta y subordinada a sus pretensiones, como si fuera solo un objeto sin facultad para decidir sus deseos y proyectos por cuenta propia y con entera libertad personal.
Imbuidos del genuino esfuerzo de detener una espiral de muertes que conturba a muchas familias y que sume en la orfandad y la frustración sicológica a niños inocentes e indefensos, la Procuraduría General de la República, el Arzobispado de Santo Domingo, orientadores sociales, movimientos y entidades privadas están llamando a unificar acciones para atacar el problema en sus raíces y por eso coinciden en planes de reeducación dirigidos hacia los hombres para comenzar a eliminar paulatinamente el machismo que los lleva a la violencia de género.
Al abrir nuevos centros dirigidos precisamente a ejecutar políticas de prevención, persecución y atenciones a las víctimas de este doloroso flagelo, el procurador Jean Alan Rodríguez ha llamado a una unidad de propósitos para reducir aún más la incidencia a nivel nacional.
La idea de lucha global desde diferentes estamentos de la sociedad ha sido también impulsada por el valor ilustrativo de las estadísticas ofrecidas por la Procuraduría sobre los feminicidios y los índices registrados entre 2017 y 2018, período en que disminuyeron de 99 a 72 casos, gracias a esfuerzos e iniciativas desplegadas por el Plan Nacional Contra la Violencia de Género.
El objetivo es que esta disminución pueda profundizarse progresivamente en lo que resta de año y los sucesivos y que en gran medida estará determinado por lo que pueda lograrse en cuanto a cambios en la mentalidad y actitudes violentas y criminales de los hombres frente a las mujeres, sobre todo si la instancia a la unidad se concretiza más allá de simples teorizaciones.
En consonancia con su meritoria labor y trayectoria, el Patronato de Ayuda a Mujeres Maltratadas (PACAM) y su principal directiva, Soraya Lara, también abogan por erradicar algunas creencias que predominan en las víctimas: • Si me ama cambiará • Puedo ayudarlo a cambiar • El amor lo puede todo • No quiero que mis hijos crezcan sin su padre • No creo que sea capaz de matarme, él no es tan malo. •¿Qué pensarán mis hijos si lo denuncio?
Es un tema complicado porque como explica la especialista, cuando una mujer denuncia a su pareja agresora aumenta el riesgo de ser asesinada o de sufrir mayores agresiones, porque generalmente el hombre no tolera que ella se separe y entonces es cuando aumentan la persecución y las amenazas.