Educación escolar

Educación escolar

¿Qué hacer para mejorar la educación primaria y secundaria?  La pregunta ha sido objeto de varios estudios concienzudos a través de los años. Especialmente en esta era del conocimiento, los países más desarrollados están preocupados por mejorar los niveles que alcanzan sus estudiantes en diversas materias, especialmente, las que tienen que ver con el desarrollo de las ciencias físicas y naturales. Ese objetivo ha motivado que se lleven estadísticas de exámenes, sus grados de dificultad, porcentajes de aprobados y puntuaciones obtenidas por los estudiantes de ciudades, provincias y países.

Es inevitable que después de estudiar el nivel educativo de un país con excelencia académica, el vecino o competidor quiera saber qué están haciendo mejor y cómo lo logran. Compiten y de ésta, resulta el intercambio de métodos, tecnologías, en fin, el avance del conocimiento humano. También se obtienen tablas despiadadas que muestran desde los primeros hasta los últimos. Entre los países punteros en años recientes sobresalen Corea del Sur y los escandinavos, Finlandia viene a la memoria. La gradación de la calidad escolar de los países que pueblan este mundo, es muy útil, puesto que  permite a los rezagados preguntarse: ¿Qué hacen Corea del Sur y Finlandia para ser tan buenos?

En verdad, luego de leer uno de estos estudios o sus comparaciones, me digo: ¡Claro, no podía ser de otra forma! Veamos: Corea del Sur, consecuente con el Oriente, exige una apabullante cantidad de horas y días en el aula, asimismo, enorme trabajo en la casa. El conjunto de las demandas a los estudiantes produce fantásticos resultados, estudiantes que descuellan universalmente, pero al mismo tiempo, gran nerviosismo, depresiones y deserciones. Esta ruta pudiera haberse previsto, si se estudian dieciséis, dieciocho horas al día durante cerca de tres cientos días al año, se aprende o queda “loco”.

Finlandia, en cambio, apoya su éxito en la calidad de sus maestros, tomados en conjunto, probablemente sean los mejores del mundo. El maestro finlandés es el que fue mejor estudiante, existe mucha competitividad para ingresar en las escuelas normales y en la carrera, una vez dentro, gana más dinero que un médico, no pueden ser despedidos sin falta grave y en la escala social de su país ocupa una posición jerárquica incomparable: respetado, admirado y venerado. Esta variable inigualable, la calidad, es suficiente para hacer la distinción: Esos maestros saben conducir sus   clases, despertar el interés en sus alumnos, promover la discusión de tópicos, aguijonear la curiosidad y al fin de cuentas lograr rendimientos que los propulsan en los primeros lugares del “ranking” universal. ¡Qué maravilla! Como estamos acostumbrados los dominicanos pensaríamos: “sólo tenemos que ocuparnos de importar maestros finlandeses, o, conseguir un préstamo para que nos los manden”. La pena es que tendrán que trabajar en escuelas sin patios, laboratorios, ni inodoros o agua corriente.

Esta ruta finlandesa, aunque lógica y razonable, no parece tan evidente, hay quienes piensan que el maestro mediocre o promedio puede impartir educación excelente. Así, países como el nuestro, apuestan al promedio o mediocridad de la calidad magisterial, no aceptan que el maestro sea, básicamente, decisivo. Los brillantes se las arreglan para producir todos los elementos requeridos y lograr la excelencia, es impresionante, quizá increíble. Sospecho que si los estudiantes son excepcionalmente bien educados, Finlandia seguramente contará con magníficos profesionales, políticos, administradores, ingenieros, economistas, médicos y toda la gama de expertos, técnicos medios y ciudadanos, necesarios para mantener el nivel de vida que los distingue.

Resuelto el problema escolar, es posible que los demás problemas dominicanos no parezcan tan grandes, disminuyan, haciéndose progresivamente manejables. La escuela dominicana debe ser reinventada con objetivos claros de mejoramiento profesoral y físico, con planes definidos y sostenidos. Los estándares internacionales existen y fácilmente se obtienen, lo difícil es comenzar a aplicarlos sin descanso hasta llegar.

Una buena escuela promueve no sólo el conocimiento académico sino el ejercicio físico que es también parte de la educación; apena ver escuelas sin patio o áreas de juego, no solamente las públicas, sino muchas denominadas privadas o bilingües, cuyos dueños conocen los requerimientos internacionales y cobran grandes sumas de dinero, con las que podrían financiar áreas de ejercicio físico extensas, laboratorios, etc. Sin embargo, se preocupan solamente por construir más aulas, para aceptar más alumnos y recolectar mayores sumas. Los beneficios monetarios de algunas escuelas bilingües parecen ser, a todas luces, exagerados.

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