Solo cuando se es capaz de cimentar la interculturalidad en substratos reales y sólidos, dice la carta de la paz de las Naciones Unidas La convivencia multicultural no se traduce en sufrimiento y conflicto. Hasta hace apenas unos años, las culturas se ubicaban en diferentes espacios geográficos y en tal sentido, se las estudiaba en las escuelas, los documentales y las revistas especializadas.
Hoy día, en cambio, aun en espacios geográficos muy reducidos como una ciudad, conviven múltiples culturas, religiones y etnias, lo que las ha convertido de motivos de estudio, en motivos de entendimiento y convivencia.
Para la República Dominicana y especialmente para su región fronteriza y las áreas de desarrollo turístico, resulta de máxima urgencia emprender un proceso educativo basado en la convivencia multicultural, tal y como lo están haciendo los de más países de la región que comparten fronteras territoriales como: Colombia, México, Perú, Bolivia, Chile y otros que a pesar de ser islas, han sido impactados por el modelo globalizador que supera todos los límites nacionales y culturales para dar paso a la mancomunidad.
Según el profesor José Antonio Jordán, catedrático de la Universidad de Barcelona, uno de los pilares base de la educación es aprender a vivir juntos, a fin de crear un espíritu nuevo que impulse la realización de proyectos comunes, así como la solución inteligente y pacífica de los inevitables conflictos.
Y como se trata de aprender a vivir juntos a pesar de las diferencias culturales y de los diversos modelos de práctica política, religiosa y de organización social, se hace de rigor enseñar a cultivar esa convivencia, estimulando desde las aulas y desde la niñez el aprecio por los valores de las relaciones interpersonales e interculturales. Ya decía en su última resolución sobre la enseñanza en aulas, el Buró Internacional de Educación de la Unesco La escuela es uno de los pocos ámbitos de socialización en que es posible programar experiencias de contactos entre sujetos diferentes, de encuentros que permitan enriquecerse con la cultura de las otras personas.
De hecho, la experiencia de los países que han logrado avanzar en la superación del analfabetismo, y como ejemplo reciente se puede referir el programa Yo si Puedo implementado por Bolivia con la asistencia de técnicos y especialistas cubanos y venezolanos, que le ha permitido reducir en más de un 10% las cifras de personas no alfabetizadas, ha debido tomar a la escuela formal como laboratorio de operación de un programa amplio que por su naturaleza y propósito se extiende hasta la enseñanza informal.
Aprender a vivir juntos en el contexto escolar según la UNESCO no solo significa tolerar la existencia de otro ser humano, sino respetarlo, porque se le conoce y se le valora dentro de un c1ima de cercanía.
La educación intercultural es pues un imperativo de los nuevos tiempos al que inexorablemente tienen que abocarse todos los países del mundo, para garantizar las relaciones sociales adecuadas, el desarrollo sostenible de sus ciudadanos y superar los ambientes conflictivos que siempre entorpecen el progreso de los pueblos y su acceso al desarrollo como nación.
En el caso dominicano, con el proceso creciente de penetración de personas provenientes de otras naciones y trayendo consigo sus tradiciones, costumbres y cosmovisiones, se necesita emprender en el más breve plazo posible un intenso programa de formación en valores multiculturales, de suerte que podamos convivir con el extraño sin tener que extrañar nuestros valores autóctonos y mucho menos prosternar nuestras valiosas prendas culturales.