Educación no paga alquiler escuela desde julio 2002

Educación no paga alquiler escuela desde julio 2002

Villa Penca, Haina.- Impartir clases de educación física en la Escuela Básica Juan Pablo Duarte es lo mismo que tentar al destino: los niños, en plena calle junto a su profesor, deben ver cómo los motoristas les sortean mientras cruzan por la vía.

La falta de patio, sin embargo, no es el único problema que enfrentan los 1,200 estudiantes del plantel. Amén del deterioro de las instalaciones, ahora corren el riesgo de quedarse sin escuela: la dueña del lugar, Josefa Fajardo viuda Garcés, asegura que si la Secretaría de Estado de Educación no le paga lo que le adeuda los desalojará.

«Mi marido murió hace seis años y esas casas fueron lo único que me dejó para vivir. A mí me deben un dinero aquí. El último pagaré que me hicieron fue en julio del año pasado. De ahí para acá me han pagado solamente cuatro meses y de ahí es mi sustento. Con los RD$3,200.00 que me pagan por los dos locales yo compro mis medicinas y mi comida», manifestó antes de apuntar que al principio le pagaban RD$4,000.00.

Dicho esto, Fajardo se quejó del mal estado en el que está su casa. «El local está bastante destruido, son los niños que me lo tienen así. Con tres mil doscientos pesos yo no puedo arreglar ni hacer nada. Cuando se hizo el contrato con ellos la Secretaría iba a poner la pintura y también arreglaran cualquier cosa que se dañara. Ellos, sin embargo, no han hecho nada de eso», indicó para agregar que desea que le aumenten el pago y le den el dinero que le adeudan. De lo contrario, tendrá que sacar a los niños de ahí.

[b]CONOCIENDO EL LUGAR[/b]

Los cursos de la escuela Juan Pablo Duarte están divididos en dos casas distintas. Ambas, propiedad de Fajardo, presentan las mismas condiciones: maltratadas por el tiempo y el uso, son la antítesis de lo que debe ser un espacio pedagógico.

El primer local, que funciona en una segunda planta y sobre un colmado, representa un peligro para quienes deben accesar a él: las escaleras, empinadas y pequeñas, son un riesgo. Los techos, por otro lado, son una oda a la lluvia que los atraviesa a través de los agujeros del zinc.

Las ventanas, rotas y/o ausentes, hablan del descuido que está latente en todas las paredes. El techo de las dos aulas que están en la parte de abajo de la estructura, descascarado, deja ver ya las varillas. «Las autoridades deben tomar en cuenta las condiciones físicas de esta escuela. Después de las lluvias eso se desplomó estando los alumnos ahí parados y casi les cae en la cabeza. El curso entero se asustó con el estruendo», comentó la maestra Magdalena Tejada al contar cómo cayó una parte del empañete del techo del cuarto grado.

Para llegar a este curso, que también tiene acceso por la calle, hay que bajar unas peligrosas escaleras internas. Al igual que el resto del espacio, la oscuridad está latente en ellas.

Así, oscuras, congestionadas y olvidadas están las siete aulas que ocupan parte de esta casa. Pero las otras cinco, ubicadas un poco a la izquierda t al cruzar la calle, también están en las mismas condiciones.

Congestionadas, provocando un incómodo ambiente, el calor está tan latente como la bulla. ¿Un inconveniente agregado? En esta edificación está la única letrina de la que dispone la escuela, lo que hace que las aulas cercanas se impregnen del incómodo que despide.

Esta área, al igual que la anterior, se llena de agua en cuanto llueve. Es, como el otro, un lugar que dista mucho de lo que debería ser una escuela.

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