Educación para el empleo

Educación para el empleo

POR JOSÉ  LUIS  ALEMÁN S.J.
Hace unas semanas asistí en la PUCMM a un Seminario sobre Trabajo y Educación que me ha dejado pensativo sobre cómo deberíamos atacar el problema del desempleo.

1. Desempleo y programas educativos de emergencia

Ante todo tendría que decir, como expuso sobria pero elocuentemente el secretario para la Juventud, licenciado Crespo, que todavía la falta de educación mínima para la vida, unos 10 años de escolaridad, está  muy extendida y que el desempleo entre los menores de 30 años ronda el 30% de hombres y mujeres. La evidencia estadística cuestiona cualquier hipótesis, dicho sea sin desmedro de la educación informal de Freire, más centrada en la autoeducación de actitudes o  del “learning by doing”,  de este desempleo que no considere la baja o nula escolaridad de la juventud pobre.

El desempleo juvenil, al que hay que añadir la más que tolerada tentación  de una alternativa de empleo delincuencial en su abanico de robos, asaltos, prostitución, amoríos paralelos, drogas y secuestros, obligará a los gobiernos dominicanos a políticas educativas de emergencia que mitiguen  la desoladora falta de esperanza de nuestra juventud excluída.

El obstáculo para la posibilidad, para no hablar de la eficiencia de políticas educativas de emergencia, es doble: escasez de maestros capacitados para una educación para el empleo (el 17.8%  son simples bachilleres; el 62.8% no tienen nivel de licenciatura) y tiempo necesario para apreciar sus resultados.

Toda política educativa tiene que ser política de Estado; la de gobiernos, por excelentes que parezcan, no duran en esta degeneración de cambios de gobiernos con cambios de administración el tiempo mínimo de maduración. Lógicamente, una política de Estado requiere recursos humanos irremovibles y asignaciones financieras estables de cuantía prefijada temporalmente y no alterables cada cuatro años.

 Si en algún sector de la administración pública se necesita una verdadera carrera administrativa con pruebas de entrada,  educación continuada para la permanencia y prohibición de  despido no justificado en juicio administrativo contradictorio y neutral, interprétese como convenga al gobierno de turno, el famoso artículo 55 de una Constitución que dizque perpetúa el estado de emergencia (¿?), es el educativo.

Pero además del tipo de política meramente gubernamental que nos gastamos o nos hacen consumir quienes opinan siempre que con  la elección les tocó el dominio despótico de los cargos y empleos públicos, tengo que señalar la deficiente formación  de maestros para la emergencia. Como señalé, muchos de nuestros maestros y de quienes estudian para lograr su nombramiento, tienen una débil formación profesional que enfatice, además, la educación cívica  (para describirla brevemente: conducta acorde con principios básicos de comportamiento social; amor a la justicia;  respeto a las leyes constitucionales, impositivas o comerciales e inclinación a la legalidad en los conflictos sobre el amiguismo y la membresía política o religiosa).

Educación básica a mediano plazo -educación secundaria completa de calidad para todos- con formación profesional acelerada, es el programa mínimo de la educación para el empleo. Lleva tiempo; por eso hay que comenzar cuanto antes.

2. Empleo mal retribuido

El ritmo tecnológico que impone la globalidad para todos los bienes y servicios transables, implica un deterioro continuo, a veces hasta aniquilador, de técnicas y conocimientos adquiridos por la empleomanía en sus años de escuela y de formación profesional. Ningún médico, ingeniero o tecnólogo puede sobrevivir exitosamente sin tener que enriquecer su capital acumulado  de conocimientos y técnicas o, en casos cada vez más frecuentes, cambiar de especialidad o profesión.

 El “ojímetro” del médico ha dado paso a baterías impresionantes de análisis y estudios radiológicos y genéticos. Los buenos mecánicos de automóviles muchas veces se limitan a instalar equipos electrónicos sellados; sin laboratorios electromecánicos apenas diagnostican casos evidentes de fallas mecánicas o eléctricas. Los contadores y auditores ya no se limitan a anotar operaciones de efectivo o de crédito para establecer la rentabilidad o  productividad: nuevos indicadores internacionales de evaluación de activos y riesgos invaden sus especialidades.

Conocimientos y técnicas arduamente adquiridas se convierten en fardos obsoletos demandados sólo por sectores superprotegidos de la competencia internacional, o enquistados en nichos reservados a consumidores pobres aunque ricos en aspiraciones. Innovación destructora de empresas y empleos aún cuando se trate de autoempleos. Ese es el precio terrible de la modernización a cuyos frutos todos aspiramos. No vale ni el proteccionismo nacionalista de Cuba, como expuso dramáticamente un participante en el Seminario que ni por un momento negó que la educación cubana aspira, favorecida por el régimen, a alcanzar tecnologías, mercadeos y financiamientos gringos -sí, específicamente gringos-. El dilema es avanzar con tecnología capitalista y cierta carga de consideraciones personales y sociales o arrastrarse en la pobreza. O sea, empleos mal retribuídos porque no se han adecuado a los gustos y  técnicas de la sociedad global. 

 Empleados exitosos incorporan, a medida que avanzan de edad, una apreciable heterogeneidad de profesiones en una misma persona. ¿Cómo enfrenta la sociedad este reto educacional?

3. Educación para un empleo futuro incierto

Un reciente estudio de la OECD (julio 2004) sobre  educación innovadora, analiza en profundidad las ventajas y desventajas de las tecnologías computacionales electrónicas. Expondré mi interpretación de dos alternativas sólo aparentemente contrarias: la educación informativa vía Internet y una educación clásica más profundamente asimilada.

Sería irreal ignorar lo que Marx llamaría “modo de producción” de la sociedad del conocimiento. Los modos de producción se desprenden de las tecnologías usadas y de su organización. Desde finales del siglo XIX y durante un siglo, los países tecnológicamente avanzados, siguiendo el ideal alemán, enfatizaron la importancia de la creación de conocimientos básicos  en institutos universitarios o en sociedades de investigación pública (por ejemplo, la Max Planck Gesellschaft) y muchas empresas erigieron impresionantes centros de investigación teórica revelante a la industria (investigación) y a su aplicación a productos (diseño). Los líderes de esas empresas, particularmente de sus departamentos de investigación, eran también profesores titulares en las universidades. Se garantizaba así la creación de nuevos conocimientos y una educación innovadora.

Este modo de producción desaparece rápidamente en una economía de conocimientos. Aunque todavía la mayor parte de las novedades patentizadas se hacen en laboratorios de grandes empresas (más de las dos terceras partes de las patentes), sus directores ya no suelen ser también profesores universitarios. Empresas y científicos en el sector privado se apropian de los resultados alcanzados y disfrutan de las rentas de patentes y royalties, algo que contradice la ética del bien común típica de las universidades europeas. La discusión hace una década entre investigadores y gobiernos norteamericanos y franceses sobre la apropiación o el carácter de bien público del genoma, ejemplifican muy diferentes concepciones del bien común.

Además de la pérdida acelerada de importancia de la creación de conocimientos por universidades y centros de investigación con recursos públicos a favor de la investigación privada y del divorcio entre profesor e investigación, otra característica del nuevo modo de producción del conocimiento es la venta de servicios de información e investigación a empresas y universidades a través de Internet y del comercio electrónico. Grupos privados relativamente pequeños de investigadores venden sus productos  a empresas y universidades.

En tal sociedad la educación tiene que preparar a la persona para el cambio obligado de profesión u oficio. Hasta ahora se ha puesto la esperanza en una educación continua a través de Internet que ofrece información abundante sobre los cambios sectoriales y sobre nuevos productos, sobre nuevos procedimientos, sobre experimentos realizados y hasta sobre nuevas teorías.

Las dificultades son sobradamente conocidas: costos excesivos de una  generalización de los usuarios para ellos o para los gobiernos; falta de certificación  de los contenidos vía discusión pública; y, sobre todo, pre-requisito de una formación básica, nunca inferior a un bachillerato de calidad,  para la interpretación crítica, primero y, después, para la creación de información de calidad.

Una alternativa más clásica es la elevación de la capacidad analítica y creadora de un bachillerato con  las cuatro ramas básicas de literatura, matemáticas, ciencias y sociales. No se trataría sólo de mejorar el currículo sino sobre todo de ensayar nuevos métodos de aprendizaje. Hay gran experiencia en dos de esos métodos: el estudio de casos y el sistema repetición-ejercicios en intercomunicación de estudiantes y maestros de la antigua Ratio Studiorum de los Jesuítas. En algunas áreas la educación dual -coexistencia intercomunicativa de escuela y trabajo- ha dado buenos resultados, sobre todo en la preparación vocacional o profesional.

CONCLUSIÓN

Muy sencilla de decir: educación comprensiva en las materias básicas de bachillerato, unida a tareas de análisis y comprensión de la realidad.

La pregunta obvia: y los maestros, ¿dónde están?

Formar maestros capaces de comunicar el uso de conocimientos a problemas reales de la vida es el reto de la educación actual. Antes bastaba el “aprender trabajando”, el “learning by doing”. Hoy ya no. 

Publicaciones Relacionadas