Educación y competencia

Educación y competencia

Una cosa parece estar bien establecida en todos los sectores sociales del país: únicamente un buen nivel educativo puede asegurar la competitividad del país en el nuevo esquema mundial de globalización.

Es imposible que sigamos dando traspiés y tropezando una y otra vez en la misma piedra, como si fuéramos bestias ineptas, porque – como bien dice el refrán campesino — ni el burro tropieza dos veces en el mismo lugar.

A finales de la década de los ‘60s la República Dominicana intentó una reforma educativa, que se dijo tendría el objetivo de preparar mano de obra para un proceso de industrialización que en esos momentos se intentaría iniciar. Se habían aprobado las leyes de incentivo al desarrollo industrial, al turismo y la que creó las zonas francas.

El objetivo de aquella reforma fue crear oportunidades de educación especializada, apartada del sistema tradicional, de manera que los estudiantes, al concluir el bachillerato, pudieran tener algún tipo de especialización en carreras técnicas, administrativas y de salud.

Aquel intento fracasó y las autoridades fueron incapaces de encaminar la reforma por la gran oposición que se encontró en los nacientes grupos sindicales y políticos que la interpretaron como una “intromisión imperialista” en el sistema educativo.

Ese primer proyecto de reforma educativa debió compartir su espacio con el sistema tradicional y así surgieron los llamados liceos tradicionales y los “liceos de la reforma”, aún cuando la idea era que los segundos sustituyeran a los segundos.

A mediados de los ‘80s el país intentó, nuevamente, una reforma educativa y se creó el plan decenal con el objetivo de diseñar un sistema que permitiera reconducir la educación para elevar el nivel de los maestros y para que el producto fuera adecuado a las necesidades del sistema.

La reforma incumplió su objetivo, el plan decenal concluyó y todavía los dominicanos seguimos escuchando de cifras de analfabetismo que asombrarían a cualquier país. Nuestros estudiantes están en la cola de los de las naciones americanas en materias esenciales como las matemáticas y el lenguaje.

Parecería que estamos en el mismo punto de partida que hace cuatro décadas pero con la desventaja de ahora hay un sistema educativo empeorado, que ya está trayendo dificultades para realizar operaciones elementales como levantar un acta de nacimiento sin faltas de ortografía o escuchar a funcionarios públicos, jueces y autoridades, aún en el Congreso, que hacen su oratoria con “faltas ortográficas” y de conocimiento elemental del lenguaje.

La idea de la reforma de la educación se basó en dar oportunidad a los estudiantes que se ven obligados a desertar por las dificultades económicas de sus familias que carecen de recursos para sostenerlos.

De esta manera se pretendía que, tras diez o doce años de estudios, un estudiante podría optar por desempeñarse en una carrera técnica, como albañilería, carpintería, electricidad elemental, reparación de electrodomésticos o peritos comerciales y en salud, así como en otras áreas que tienen mucha demanda en las áreas industriales, del comercio y de la salud.

Se ha perdido mucho tiempo y todavía los niveles de deserción es muy alto. La educación técnica está totalmente separada de la educación formal y de ese modo se constituye un proceso dificultoso y pesado, sobre todo para los más pobres, donde a la vez está la cantera mayor de individuos que podrían beneficiarse de ella.

Las escuelas de la reforma son cosas olvidadas y las metas del plan decenal todavía no han llenado todos sus objetivos.

Lo que es una realidad apabullante es que el tratado de libre comercio se comenzará a aplicar en enero y el país todavía no sabe qué hacer con su gente.

Publicaciones Relacionadas

Más leídas