Educación y oportunidades

Educación y oportunidades

En los últimos años, he escrito varios artículos sobre la urgente necesidad de mejorar los niveles educativos en la República Dominicana; en ese lapso de tiempo nada ha cambiado ni nada se ha hecho para tratar de revertir el actual estado de cosas. Nuestro país se encuentra en los últimos lugares de todas las mediciones que se realizan para evaluar conocimientos entre los estudiantes dominicanos y compararlos con los de su mismo nivel en otros países.

No creo que sea necesario argumentar a favor de los impactos positivos de la educación, ni de las ventajas que se obtienen mediante programas de inversión sostenida y creciente en la educación pública,

Educar es dar oportunidades; está más que demostrado que una mejor educación, disminuye los niveles de pobreza, y aumenta las capacidades productivas, proporcionando sociedades con menores niveles de marginalidad y delincuencia.

Si tomamos como ejemplo a Costa Rica, Uruguay y Chile, tres países de América Latina que han apostado por la educación, podremos comprobar que en ellos, las desigualdades son menores, los índices de criminalidad y corrupción son bajos, y los niveles de transparencia y rendición de cuentas muy altos, clara indicación de que dedicar recursos a la educación tiene un retorno desde todo punto de vista beneficioso para la sociedad.

 Para justificar lo injustificable, se argumenta que el problema que tenemos en esa materia no se resuelve solo con dinero; de acuerdo estamos en que se necesitan no solo el 4% del PIB, también se necesitan muchas otras cosas para que la educación pública mejore, en especial una utilización honesta, eficiente y eficaz de los dineros dedicados a ese propósito.

Es verdad que la cantidad de recursos no determina los resultados, pero sin dinero no podemos capacitar maestros y pagarles adecuadamente, construir escuelas y equiparlas como se debe, tener textos y contenidos adecuados a los tiempos que vivimos, etcétera.

El resultado de la inversión en educación no se ve a corto plazo, y el horizonte de tiempo de la gran mayoría de los políticos, no llega más lejos que la fecha de la próxima elección, período insuficiente para que los resultados de esa inversión pueda ofrecer beneficios electorales. Pero quienes así piensan y actúan conspiran en contra del bienestar futuro de la nación que proclaman defender. En la ignorancia lo único que crece es la violencia, la inseguridad, la desigualdad y la marginación.

El desarrollo del país requiere no solo crecimiento económico, es preciso aumentar la productividad, ser más innovadores y competitivos, y para esto se necesita una población más educada.

Ya que desde las esferas oficiales no se vislumbra en este momento la motorización de un plan en pro de una mejor educación, el liderazgo privado debe convertirse en el promotor de un movimiento nacional por una República Dominicana más educada, e iniciar una cruzada en ese sentido que involucre a toda la sociedad en busca de ese impostergable propósito.

Recordemos que sin educación no hay futuro.

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