Graham Allison, profesor de Harvard, ha acuñado el término la “Trampa de Tucídides”, historiador de la llamada Guerra del Peloponeso, para quien el enfrentamiento entre Esparta y Atenas resultó inevitable debido a aspiraciones atenienses de dominio y temerosos los espartanos de perder su preponderancia intentaron evitar el fortalecimiento de Atenas.
Esa es la “trampa”, resabios, de quienes ven amenazada su primacía, que llevan a guerras. Es exactamente lo que estamos presenciando en estos momentos. Ante el auge inusitado y espectacular de China EEUU ha tomado decisiones que desatan una confrontación comercial, tecnológica y científica. Es inimaginable que llegue a militar. No importa si tiene tres mil misiles nucleares y otro 300, ambos tienen suficiente para destruirse mutuamente y de paso arrasar el mundo. En esas circunstancias ¿en dónde se ejercería predominio y hegemonía? Sería llegar a la barbarie y máxima irracionalidad y aunque pueden encontrarse actores vociferantes, téngase por seguro que no son locos. Tienen mucho que perder.
Las tendencias económicas no las detiene nadie. Pueden introducirse dificultades y retrasos pero a la larga se abren paso. La confrontación EEUU–URSS se resolvió porque ésta se evaporó al no poder resistir la presión económica que la confrontación “fría” le impuso al desarrollo militar. No es la situación ahora. China tiene suficiente poder económico para amortiguar presiones y seguir ampliando su influencia mundial. A pesar de aspavientos y presiones norteamericanas 19 naciones de éste continente se han unido a la “Franja y la Ruta” y varios son buenos aliados de Estados Unidos, pero la economía es la economía. Llevar el escenario internacional a una lucha por supremacía planetaria es convertirlo en campo de arenas movedizas y en él mientras más te revuelves más te hundes. He insistido y reitero que no hay otra vía que negociar para resolver las quejas, reclamaciones legítimas y cualquier preocupación. El asunto es acogerse a las leyes del capitalismo: competir, tratar de ser mejor y más eficiente y siempre que sea pertinente asociarse. El choque, en lo fundamental, es entre dos modelos de desarrollo diferentes, aunque con un punto de contacto: el mercado; y una gran diferencia, la participación del Estado en el modelo chino. Ni uno ni otro impondrán cambios.
Lo cierto es que hay una realidad incontrastable. Disguste a quien disguste, amargue a quien amargue, desvele a quien desvele, el mundo ha cambiado y seguirá cambiando. Se está evaporando el espacio para el dominio hegemónico del mundo. El planeta es cada vez más multipolar y seguirá diversificándose, no importa de cuánta capacidad de destrucción sofisticada se disponga porque de usarse no habrá donde ejercer predominio ni quien lo pueda ejercer. Más temprano que tarde aquellos con pesadillas de control absoluto, no importa bajo qué techo se encuentren, se irán convenciendo que la alternativa es cooperar y compartir escenarios. Solo así, tanto los países del centro como los de la periferia podrán alcanzar el bienestar pleno para todos en paz y tranquilidad. Todos debemos aspirar y trabajar para eso. Dejémonos de sueños trasnochados: tigre no pretende comer león, ni león podrá comer tigre.