El repunte de casos de COVID-19 en Estados Unidos, impulsado por la variante ómicron, está enviando a los niños a los hospitales en cifras casi récord, y los expertos lamentan que la mayoría de los menores no están vacunados.
“Es muy desconsolador”, comentó el médico Paul Offit, un experto en enfermedades infecciosas del Hospital Infantil de Filadelfia. “Fue muy duro el año pasado, pero ahora sabemos que hay una forma de evitar todo esto”.
Durante la semana del 21 al 27 de diciembre, un promedio de 334 niños de 17 años o menos fueron hospitalizados a diario con coronavirus, lo que representa un aumento del 58% respecto a la semana anterior, de acuerdo con los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades (CDC por sus siglas en inglés).
El punto máximo anterior registrado en el transcurso de la pandemia fue a principios de septiembre, cuando las hospitalizaciones de niños promediaron 342 al día, de acuerdo con los CDC.
En un aspecto más esperanzador, los niños siguen representando un pequeño porcentaje de las personas hospitalizadas con COVID-19: Un promedio de más de 9.400 personas de todas las edades fueron ingresadas durante la misma semana de diciembre. Y muchos médicos señalaron que los pequeños hospitalizados actualmente están menos enfermos que aquellos que llegaron durante el repunte impulsado por la variante delta en el verano.
Dos meses después que se autorizó el uso de la vacuna contra el COVID-19 en niños de 5 a 11 años, alrededor del 14% están completamente protegidos, según datos de los CDC. La tasa es más alta entre los menores de 12 a 17 años, de un 53%.
En muchos casos, el problema es el calendario, dijo el médico Albert Ko, profesor de epidemiología y enfermedades infecciosas de la Facultad de Salud Pública de Yale. Los niños más pequeños no recibieron la aprobación de la vacuna hasta noviembre y muchos de ellos apenas están recibiendo la segunda dosis, señaló.
Offit dijo que ninguno de los niños aptos para ser vacunados que recibieron atención en su hospital hace una semana había sido inoculado, a pesar de que dos tercios tenían condiciones subyacentes que los ponían en riesgo, ya sea por enfermedad pulmonar crónica o, más comúnmente, obesidad. Sólo uno tenía menos de cinco años, la edad mínima para poder ser vacunado contra la enfermedad.
Y la situación es desconsoladora.
“Tienen problemas para respirar, tosen y tosen”, comentó Offit. “Y un puñado fue enviado a la unidad de terapia intensiva para ser sedados. Les ponemos un dispositivo en la garganta que está conectado a un respirador, y los padres de familia están llorando”.
Ninguno de los padres o hermanos está vacunado, añadió.
Las próximas cuatro a seis semanas van a ser difíciles, señaló.
“Este es un virus que prospera en el invierno”, puntualizó.