EEUU no conoce éxito de interrogatorios

EEUU no conoce éxito de interrogatorios

Los principios son conocidos para cualquiera que haya visto muchos procedimientos policiacos.

Pero la sabiduría del manual no se ha actualizado para reflejar los análisis empresariales realizados durante décadas para influir en los consumidores. Los economistas conductuales han hecho la disección de la toma de decisiones y los psicólogos académicos han estudiado la persuasión política, pero esas lecciones no han sido comunicadas al arte de los interrogatorios.

Tampoco ha habido un esfuerzo sistemático para analizar los éxitos y las pifias de los interrogatorios llevados a cabo desde los atentados de 2001.

   Steven M. Kleinman, coronel de la reserva de la fuerza aérea y veterano interrogador en Irak y otras partes, señala que el gobierno gasta miles de millones de dólares en satélites espías, pero casi nada en el estudio de los interrogatorios.

Y eso es así, agrega, a pesar del amplio consenso de que el interrogatorio puede ser la mejor fuente de información sobre un rival esquivo, de poca tecnología y sin estado como lo es Al Qaeda.

   «Necesitamos llevar las normas científicas del interrogatorio al mismo nivel de avance al que hemos llevado las imágenes por satélite y la intercepción de comunicaciones», recomienda Kleinman, que ha estudiado los programas de interrogatorios que usó Estados Unidos con los prisioneros alemanes y japoneses de alto nivel durante la segunda guerra mundial, que considera superiores a los elaborados tras  2001.

   Tanto Wittes como Kleinman ocupan un terreno intermedio en el enfrentamiento entre el congreso y la Casa Blanca. Son opositores declarados de los métodos rudos usados por la CIA en 2002 y 2003.

 Pero también sostienen que el proyecto de ley del congreso que impone los métodos del ejército sería una mala política a la larga, ya que sofocaría la creatividad e impediría el estudio serio de un tema decisivo.

   Kleinman considera una nueva agencia o subagencia dedicada exclusivamente al interrogatorio, que patrocinaría investigaciones, daría capacitación y formaría un equipo de interrogadores avanzados con conocimientos lingüísticos y psicológicos.

 Habla de crear un centro de interrogatorios de alto nivel en Estados Unidos, donde el ambiente podría adaptarse a un sospechoso en particular, al estilo de Hollywood, «ya fuera una tienda beduina o una suite en el Waldorf».

   «El principio primordial debe ser: hay que facilitar lo más posible que alguien coopere con nosotros», explicó.

«Si queremos que alguien recree al detalle algo que sucedió hace tres años, ¿cómo podemos ayudarlo a recordar?»

El coronel de la fuerza aérea y veterano interrogador    Kleinman precisó que dicho centro estaría cableado para grabación de audio y video, no sólo para garantizar que los interrogadores siguieran las reglas, sino también para permitir que analistas de diversos campos repasaran las palabras exactas y el lenguaje corporal del sospechoso.

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