EEUU tiene que aceptar la culpa por la crisis en Irak

EEUU tiene que aceptar la culpa por la crisis en Irak

POR QUENTIN PEEL
Financial Times

El presidente de EEUU lo rechaza. El primer ministro británico también lo niega. Esa es la única conclusión que se puede extraer de la forma en que ellos ven el caos y la seguridad que empeora cada vez más en Afganistán e Irak.

Cuando el presidente George W. Bush se dirigió a la Asamblea General de las Naciones Unidas esta semana, confundió por completo el sombrío ambiente del encuentro. “Nos reunimos en momentos de oportunidades tremendas para la ONU y todas las naciones pacíficas”, dijo. “Hoy, los pueblos de Irak y Afganistán están en la senda de la democracia y la libertad […] Estas dos naciones serán un modelo para el Oriente Medio”.

Admitió que había “condiciones difíciles” en ambos países y que los “ataques terroristas” podrían incrementarse, en la medida en que en ambos países se acercan sus elecciones respectivas. Pero repitió su convicción de que la “libertad” deberá triunfar, y pidió al resto de los estados miembros de la ONU que le presten más ayuda en el proceso. Estados Unidos ha realizado el trabajo pesado, dejó implícito, y ahora es el momento para que el resto del mundo ayude a recoger los pedazos de la vajilla rota.

Se trataba del Bush puro, sin indicios de que reconociera que la situación de la seguridad en ambos países se está deteriorando de manera sostenida, por encima de todo, para la población civil. En Irak fue derrocado un dictador malvado, solo para que el país cayera en el caos y enfrentara la amenazadora perspectiva de una guerra civil. Para muchos, la vida no mejoró, sino que empeoró. Realmente, no había ni la más ligera señal de que el presidente admitiera que una gran parte del problema emana de una serie de catastróficos errores de cálculo y reveses políticos por parte de su administración, tanto por la forma en que se lanzó a la guerra como por la manera en que ha intentado buscar la paz.

Por supuesto, es esperar demasiado que, a solo seis semanas de las elecciones presidenciales, el señor Bush acepte cualquiera de estos criterios. Sería socavar su imagen como el exitoso comandante en jefe en la contención de las fuerzas del terrorismo global. Sin embargo, algún indicio de humildad hubiera resultado útil.

Tony Blair fue un tanto menos confiado, pero igualmente carente de arrepentimiento, cuando se reunió con Iyad Allawi, su homólogo iraquí, en Londres el domingo pasado.

Era el momento de poner a un lado los argumentos sobre los elementos positivos y negativos de la intervención militar en Irak. Pudo haber habido desacuerdos perfectamente legítimos. Pero ya eso es historia. Irak se ha convertido en el “crisol en el que se decidirá el futuro del terrorismo global”. Ahora hay un nuevo conflicto iraquí y “hay un solo lado donde deben estar las personas sensatas y decentes”, expresó.

El señor Blair tiene razón en que las descabelladas atrocidades que se están perpetrando con los civiles iraquíes por los bombarderos suicidas y los asesinatos bárbaros de las víctimas inocentes secuestradas por células de fanáticos islámicos tienen que ser condenadas absolutamente por toda persona honrada. Los extremistas quieren la “guerra contra el terrorismo” del señor Bush, y están haciendo todo lo posible por azuzarla. Pero jamás hubieran tenido una oportunidad tan propicia si para empezar no se hubiera cometido un error con esta guerra en Irak. Todas las advertencias sobre el posible caos que vendría fueron ignoradas alegremente, en especial en Washington.

Afganistán e Irak son dos historias distintas, aunque a los señores Bush y Blair les guste presentarlas hoy como parte de la misma narración. La invasión a Afganistán siempre estuvo justificada, por el apoyo que le dio el régimen Talibán a Osama bin Laden y sus militantes de la “yihad”. Pero también constituyó un reto enorme a la esperanza de pacificar un país con una tradición de siglos de resistencia ante los invasores. Jamás recibió la atención que merecía debido al inmediato cambio de enfoque hacia la invasión de Irak

Aquí la situación es más compleja aún, porque las fuerzas de coalición encabezadas por EEUU se consideran ampliamente como “ocupantes”, no como “libertadores”. La quiebra de la ley y el orden, y las cifras crecientes de bajas civiles han reforzado esta sospecha. La falta de un mandato claro de la ONU, el fracaso en encontrar armas de destrucción masiva y el lamentable tratamiento a los prisioneros iraquíes han caído bien en las manos de las fuerzas anti-norteamericanas, cuya mayoría pertenecen a iraquíes, y no a terroristas internacionales.

Hoy, la mayor parte de las tropas de EEUU en Irak está virtualmente confinada a sus bases fortificadas, desde donde realizan solo patrullajes ocasionales para marcar su presencia, y le dejan el combate a los helicópteros y los bombardeos aéreos. Eso no está haciendo más que empeorar las cosas. Gran parte del país se ha convertido en un territorio vedado para los contratistas civiles, y para las agencias que buscan ayudar en el esfuerzo de reconstrucción.

Aún si los señores Bush y Blair fueran a admitir sus errores, no habría una forma fácil de salir. Las fuerzas de coalición se han convertido en parte del problema, no de la solución. Mientras más pronto se vayan, mejor, excepto por el hecho de que no existe alternativa viable.

También este es el dilema del señor Kerry, si lograra derrotar al señor  Bush en las elecciones del 2 de noviembre, y para todos los críticos de la guerra de Europa y la ONU. Si los norteamericanos se van para su casa, ¿habrá alguien que ocupe su lugar?

El señor Kerry podría muy bien buscar ayuda en Francia y Alemania, pero hay poca voluntad política en estos países para involucrarse, aún sin el señor Bush. Y por otra parte, enviar fuerzas de la OTAN, sencillamente se vería como tropas de EEUU disfrazadas.

Al final, solo los propios iraquíes podrán lograr su propia paz y seguridad. La intervención militar masiva nunca fue la solución adecuada. Pero el señor Bush tiene razón en algo: ya que ocurrió, el resto de la comunidad internacional tendrá que recoger los pedazos.

TRADUCCION: IVAN PEREZ CARRION

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