Efecto bumerán

Efecto bumerán

Escarbando en el baúl de los recuerdos encontré una expresión escrita en la parte trasera de un autobús la cual decía: “Que Dios te multiplique por 100 todo lo que tú desees para mí”. De inmediato vino a mi memoria aquella arma utilizada por los aborígenes australianos denominada Boomerang en el idioma inglés y que es lanzada girando el brazo con la peculiar propiedad de que puede volverse hacia el sujeto emisor. Luego vino a mi mente un dictado judicial norteamericano conocido como la advertencia Miranda, la cual se lee a toda persona detenida sospechosa de un delito. La libre traducción sería: “Usted tiene el derecho de guardar silencio. Cualquier cosa que diga podrá ser usada en su contra en la Corte. Usted tiene derecho a los servicios de un abogado”. Dos enunciados distintos y sin embargo confluyen en una línea de pensamiento que aplico al diario vivir en sociedad. Es posible que tenga un sesgo en lo que leo, veo y escucho por los distintos medios de comunicación, pero es mi impresión que, por cada valoración positiva de una persona o acción constructiva, aparecen un millar de consideraciones negativas. Son muchas las personas que se gastan todo su tiempo describiendo las pequeñas manchas que contiene el astro sol, en tanto que se muestran ciegas a su inmensa luz.
Durante mi intensa y extensa vida partidaria nunca aprobé la aún persistente actitud de exagerar los pequeños defectos de uno que otro compañero tan pronto cesaba su membrecía en la organización. Nada de sus aportes y sacrificios por el partido se les reconocía, en cambio se amplificaban los mínimos deslices cometidos, digamos buenos y santos dentro de la iglesia, demonios si salían de la misma.
La dañina tendencia a generalizar está a la orden del día: viejo es sinónimo de malo, banderas políticas como entes salidas de los infiernos, ciertas nacionalidades o sectas religiosas como gente endemoniada. Hemos enterrado aquel principio de don Benito Juárez: “El respeto al derecho ajeno es la paz”.
Vivimos tiempos borrascosos, por un lado, guerra social percibida como mucho odio sembrado, infinidad de insultos entre familia, gran desprecio hacia los otros, crisis de confianza, sed de venganza, burlas, ridiculez, rabia canina, calumnias, engaños y traiciones. Por el otro extremo notamos poco amor, escasa cooperación, reducido reconocimiento por los actos positivos, cero tolerancia, ninguna confianza, poca esperanza y escasa fe.
En esta hora de la historia nada mejor que volver la mirada a nuestra historia. Retornar al 27 de febrero de 1963 y releer el discurso de toma de posesión del ciudadano presidente Juan Bosch Gaviño: “No deseamos el poder para gobernar con amigos contra enemigos, sino para gobernar con dominicanos para el bien de los dominicanos… El mundo en que vivimos parece estar lleno de soberbia y de odios; pero cuando entramos en él con la mirada limpia del que no tiene amarguras, hallamos que millones y millones de personas trabajan en silencio por un mañana mejor. Nosotros los dominicanos debemos unirnos a esa legión de hombres y mujeres que marchan hacia el porvenir, porque si a la criatura de Dios no le fue dada la capacidad de rehacer su pasado, le fue dada en cambio la de forjar su porvenir”.
Pensemos en el efecto bumerán, sembremos la semilla del amor, el trabajo honesto, el bien común y la paz social.

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