El vuelo CM308 procedente de Panamá toma tierra en el aeropuerto internacional de Las Américas, Santo Domingo, en una pista desierta. El resto de la terminal, que suele acoger un intenso trasiego de turistas, ofrece una estampa muy diferente a la habitual como consecuencia del coronavirus.
Un exiguo pasajero desembarca vía “finger” y guarda fila para someterse al procedimiento exigido a todos los recién llegados. Personal del aeropuerto, debidamente protegido con mono, gafas, mascarilla y guantes, apunta a cada viajero, como si de una pistola se tratara, con un termómetro que toma la temperatura a distancia.
Ninguno tiene fiebre pero, de presentar unas décimas de más, el pasajero en cuestión habría sido conducido al dispensario médico del aeropuerto y se hubiera dado parte a Salud Pública que, de confirmar que es portador del coronavirus, lo sometería a aislamiento o procedería a su ingreso hospitalario.
Desde luego, no es la forma más deseable de pasar una vacaciones en el Caribe, aunque el perfil de viajero en tiempos del coronavirus no es el del clásico turista. Se trata de personas “que están regresando a sus países de origen y que se encontraron con esta situación” estando fuera de su lugar de residencia, tanto los que llegan a suelo dominicano como los que se van, explicó a Efe Luis José López, responsable de comunicación de Aerodom, empresa concesionaria de seis aeropuertos en el país.
En la zona de recogida de equipajes solo hay una cinta en funcionamiento con unas pocas maletas dando vueltas, mientras los pasajeros que ya han recogido sus pertenencias esperan en una corta fila a pasar el control de seguridad y pasaportes.
Ese es el panorama en llegadas, que no difiere demasiado del área de salidas donde, antes del coronavirus, “todos los puntos de la terminal” habrían estado “saturados de gente” un martes cualquiera al mediodía, afirmó López. Mostradores de facturación vacíos, pasillos desiertos en la zona de embarque, los trabajadores de control de pasaportes, ociosos, al igual que los empleados de las tiendas dutty free, que no venden ni una triste botella de ron por la ausencia de pasajeros.
La actividad parece concentrarse en las horas inmediatamente previas y posteriores al mediodía, lapso en el que hay programados algunos vuelos, principalmente con destino a Estados Unidos, el principal emisor de visitantes hacia la República Dominicana, que tiene en el turismo su principal actividad económica.
La disposición del Gobierno dominicano que, desde este lunes, prohíbe los vuelos con destino o procedencia de Europa, sumada a la anulación de diversas rutas aéreas, ha supuesto la cancelación de 365 operaciones aéreas en el conjunto del país para los meses de marzo, abril y mayo, aunque este es “un número muy dinámico”, ya que cada día se reciben nuevas informaciones, apuntó López.
La preocupación de los viajeros es evidente, cada vez son más frecuentes las mascarillas y otro tipo de protección entre el pasaje, mientras la empresa concesionaria se afana por llevar a cabo los protocolos establecidos y por proteger también a sus empleados.
De hecho, según el responsable de comunicación se están extremando las medidas de higiene y se va a reducir al mínimo el número de empleados trabajando en las instalaciones y se prevé que siga menguando la afluencia de pasajeros. En tiempos del coronavirus, más que nuca, un aeropuerto es un no lugar.