Es ahora, días después del clímax de las lluvias y el viento, cuando se va conociendo el suplicio de habitar zonas ribereñas inundadas en la provincia de Santo Domingo y sobre ríos desbordados que cobraron vidas en Villa Trina; mientras parceleros de la zona de hacienda Estrella comprueban impotentes que sus cosechas y rebaños de costos millonarios ya no son recuperables. Situaciones calamitosas similares o peores corresponderían a sitios de la geografía más cercanos a la trayectoria de la tormenta Franklin que además arrasó platanales. El Gobierno declaró tempranamente que dispone de la liquidez que permitiría mitigar en la mayor medida posible los perjuicios causados a familias pobres y a dueños de fincas de limitados recursos y medios para pagar sus deudas. La diversidad, dispersión y magnitud del impacto atmosférico sobre seres humanos y haciendas retan al Estado a distribuir con urgencias operativas y de logística los auxilios materiales prometidos.
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Hacer llegar alimentos, enseres domésticos esenciales y habilitar brigadas para brindar atenciones médicas, sanear entornos y vías de penetración severamente afectados son respuestas asistenciales a penurias que deben ser extinguidas en el menor tiempo posible. Rescatar de súbitas parálisis a pequeñas y medianas unidades productivas no debe tardar aplicando condonaciones y nuevos créditos a través de organismos que de ordinario dirigen programas y políticas de extensión al agro y la pecuaria que ya están empoderados.