El efecto espectador empezó a llamar la atención en 1964, a raíz del homicidio a puñaladas de Kitty Genovese, en plena calle, observado por transeúntes y vecinos que no la ayudaron. En 1970 los sicólogos sociales Bibb Latané y John Darley estudiaron este fenómeno y descubrieron que a mayor cantidad de personas que presencia una emergencia, menor probabilidad de auxiliar.
Esto confirma que esta conducta no es nativa de la era digital, y la socióloga Elsa Alcántara explica que es más notoria en las zonas urbanas o donde la aglomeración produce una pérdida de la identidad individual.
Lo describe como un comportamiento de masas, como la insensibilidad del publico que observa un partido deportivo, el que asiste a una fiesta, o a una manifestación de apoyo a un líder político.
“La adrenalina sube y las personas responden unidas al llamado de quienes colocados en primera línea lideran el comportamiento colectivo”, explica.
Cita aquí los linchamientos, en los que luego los comunitarios protegen unos a los otros. “Parece incomprensible que entre tantas personas, nadie haya estado de parte de la solidaridad”.
¿Son antisociales?
Sobre si son antisociales los que incurren en esa conducta, Alcántara establece que “hay que admitir que, frente a algunos acontecimientos de impacto, tragedias o violencia, la gente busca protegerse más que exponerse, y eso no significa ser antisocial”.
Pero además establece que ser social no implica solo altruismo, empatía y fraternalismo, porque la educación que ofrece la sociedad es de competencia, de individualismo, de sobresalir por encima de los demás y de salvarse quien pueda.
Argumenta que esa aparente indiferencia o falta de solidaridad es parte del comportamiento impuesto por una cultura en la que las personas son meros consumidores, resultado de la dinámica de la sociedad capitalista, en la que la producción y el consumo masivo está homogenizado, gracias a los medios de comunicación, cada vez más globalizados.
“A diferencia de una dirigida al cultivo de valores humanistas, con respeto a la dignidad humana y contra la discriminación y la violencia”, lamenta.
Recuerda que los seres humanos son educados en sociedad, y que la manera en la que perciben el mundo y manifiestan sus sentimientos son reflejo de la educación, formal e informal recibida de su familia, la escuela y los medios, incluidas las redes sociales.
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Redes sociales y solidaridad
En cuanto a las redes sociales y su posible efecto negativo en el altruismo, Alcántara plantea que esto amerita una investigación sociológica.
“Unos consideran que ayudan solo con grabar y publicar un hecho, otros lo hacen para sobresalir, para contar una historia, como parte de una sociedad del espectáculo, cada vez menos sensible al dolor y al sufrimiento ajeno y con sed de ser protagonista de la historia más estridente”, expresa y lamenta el auge de esa prensa roja.
En otra cara, destaca que en esos espacios también son expresados hechos de solidaridad y altruismo, y han permitido que personas comunes y corrientes expongan sus ideas y hay una mayor difusión sobre cómo piensan en el siglo XXI.
“Este medio es un instrumento que les permite interactuar, generar contenidos, sin importar el nivel educativo ni los filtros de los que puedan disponer para transmitir lo que desean”, sustenta.
Cultura negativa
La socióloga Elsa Alcántara describe las reacciones del efecto espectador. Unos quedan paralizados, otros filman la escena, pero hay quienes huyen despavoridos.
Dice que ante el auge de la tecnología, algunos especialistas lamentan que pueda difundir una cultura precaria, a diferencia de la imprenta, que difundió una enciclopedista. Afectan el pobre acceso a educación y la falta de una oferta cultural más humanizada.