Efectos de la devaluación

Efectos de la devaluación

Las aclaraciones fueron hechas sin dubitativos planteamientos. El maltrecho peso dominicano mantendrá la relativa estabilidad que muestra en el mercado monetario. No habrá devaluación. Para alentar el sostenimiento de esta política, deseamos exponer el siguiente punto de vista.

Las economías dependientes están concitadas a mantener la estabilidad monetaria. Las variaciones a la depreciación determinan la pérdida del poder adquisitivo y el empobrecimiento de la población. Bienes de capital, bienes intermedios y bienes de consumo importados, son adquiridos a precios más elevados debido al menor valor de la moneda nacional. Por consiguiente, aún los bienes primarios de consumo producidos a partir de insumos importados, se encarecen.

El espejismo de la indexación salarial para impulsar efectos compensatorios ha probado ineficacia absoluta. Apenas se implanta el alza del ingreso, el peso de este factor sobre el costo de los bienes finales obliga al reajuste de los precios al público. Idéntico efecto surte la devaluación sobre la producción local, aún con insumos nativos, pero con algunos bienes intermedios importados.

Como en las economías dependientes muy pocos bienes constituyen recursos de generación propia, cada factor de la producción pivotea el alza total de valor. Los efectos son, por ende, negativos para la competitividad.

La devaluación es conveniente a una nación que tiene capacidad para producir todos los bienes incorporables a la generación de bienes de consumo e intermedios.

Cuando una economía local es independiente de bienes intermedios importados (y parcialmente dependiente de la generación de calor y fuerza), puede devaluar la moneda.

Los dominicanos importamos hidrocarburos y agroquímicos. Lamentablemente importamos muchos otros bienes intermedios e insumos. De manera que toda devaluación se refleja en los costos en los que tales bienes intervienen. Con una moneda que de tal modo encarece la producción, salimos a vender lo que otros muestran a precios competitivos.

Es un mecanismo propicio, ése de la devaluación, para las economías con escasa deuda pública externa. Y por supuesto, para las empresas que venden mano de obra local escasamente retribuida. Son beneficiarios de una devaluación, además, cuantos poseen fondos en el exterior que reditúan ganancias multiplicables en la economía local.

La deuda pública externa reclama monedas fuertes, principalmente dólares. La República Dominicana no emite dólares, sino pesos.

De manera que depende, para la obtención de esos dólares, de exportaciones de bienes y servicios. Las primeras han menguado significativamente. Los segundos, más firmes y constantes (remesas, turismo) aseguran la frágil estabilidad. Pero si devaluamos, esos ingresos nacionales de monedas fuertes tendrán un más elevado valor en pesos.

Y, por ende, al pueblo en general y al contribuyente en particular, le será aún más caro el Gobierno.

Por todo ello, la moneda nacional no debe ser devaluada.

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