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A fin de cuentas lo que haría la eliminación de aranceles en el marco del DR-CAFTA es encontrar a los arroceros dominicanos fuera de base 20 años después de ser integrados al pacto regional de comercio. Si dos decenios no bastaron para reducir costos y elevar rentabilidad en este renglón básico de la producción alimentaria en materia de comercio y autosuficiencia, el «anuncio de guerra» para evitar descalabros en el campo no surtió el efecto que convenía a pesar de que se trata de un cultivo introducido a la isla mucho antes de que se fundara la República y que generaciones tras generaciones de la ruralidad han estado en estrecha relación con los modos de hacer que la tierra para el cereal por excelencia del consumo local. Sin embargo, los presagios de que el país sería aplastado por costos inferiores de otros orígenes, incluyendo los de Nicaragua, cercana y de menor dinamismo productivo y recursos, tiene que herir el orgullo nacional y poner en evidencia una incapacidad de mejorar estructuralmente el manejo de riquezas naturales con introducción de modernidades tecnológicas, mejores insumos y variedades de grano de mayor rendimiento; financiamientos y liberaciones impositivas que equivalgan o superen el régimen de protección que fortaleció a los arroceros de los países que se alistan para volcar arroz sobre República Dominicanos porque a ellos les cuesta menos producirlos que a los cultivadores locales.
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En esencia, el tratado surgió como un desafío encaminado a estimular la expansión y diversificación del comercio en la región; eliminar obstáculos a las exportaciones y a la generación de bienes y servicios intercambiables facilitando la circulación transfronteriza. No había derecho a quedarse atrás. Las salvaguardas por decretos de último momento no tienen garantizada la aceptación por los demás socios de este pacto algo que, a mediano plazo, movería a represalias contra renglones nacionales. Algo parecido a lo que México y Canadá se reservan para responder el tratamiento arancelario hostil del que serían objeto desde el Estados Unidos de Donald Trump que pronto sabría lo que es canela fina.
