Eficiencia y corrupción

Eficiencia y corrupción

PEDRO DOMÍNGUEZ
Superar la ineficiencia y la corrupción siguen siendo los retos principales de la Dirección General de Aeronáutica. Para superar estos escollos habrá que emplearse a fondo y se requerirá de un esfuerzo que comienza con dejar bien sentada la credibilidad en el cumplimiento de esta tarea. Las actuales autoridades de DGAC han dado muestras de que tienen interés en cumplir el cometido para el que fueron nombradas. Hay acciones que así lo testifican, pero el camino no sólo es largo, sino que está lleno de espinas.

La seriedad en el cumplimiento de la gran tarea de llevar a Aeronáutica a su propia legalidad debe satisfacernos a todos los dominicanos. También al resto de la comunidad internacional y, particularmente, a los Estados Unidos de Norteamérica que aún objeta nuestra capacidad para garantizar la seguridad de la aviación.

Siendo que los Estados Unidos, nuestro principal socio de negocios y donde reside el mayor número de dominicanos, nos considera «no elegibles» para volar comercialmente a su territorio (Categoría Dos), nos vemos obligados a convencerlos a ellos también de que podemos cambiar las cosas.

La eficiencia que debemos mostrar plantea la necesidad impostergable de modernizar a Aeronáutica, dotarla de los equipos y la instrumentación que requieren estos tiempos. Pero se necesita un buen programa para la captación de personal idóneo, capacitado, con sentido del valor de la actualización de los conocimientos y, sobre todo, conscientes de que son servidores públicos con alto sentido de la ética y la rigurosidad en el cumplimiento de las responsabilidades puestas a su cargo.

De hacerlo así, entendemos, se estaría logrando desmontar la eficiencia, por un lado, y la corrupción, por el otro.

Un enemigo que amenaza la posibilidad de erradicar la ineficiencia y la corrupción surge cada vez que se mediatiza o se aplica con lentitud el cambio que en este artículo señalamos.

El enemigo fundamental del proceso al que aspiramos se revela claro cuando, por ejemplo, un inspector que realiza correctamente su trabajo no tiene el respaldo y el incentivo adecuado, mientras -en cambio- el que se ha corrompido muestra con desfachatez su complicidad con la inobservancia de las leyes y regulaciones, «actitud» que termina siendo más rentable (rentabilidad a costa de la seguridad de usuarios y pilotos).

En un país que tiene en el turismo una de sus fuentes principales de generación de divisas la inseguridad no puede seguir siendo el pan nuestro de cada día. De ahí que se haga cada vez más importante que se cumplan todas las normas y las regulaciones. Que la ley 505 no siga siendo «un pedazo de papel», sino el conjunto de obligaciones que todos, absolutamente todos tengamos que cumplir.

A manera de ejemplo citemos el caso del incumplimiento del horario de trabajo, así como del número máximo de operaciones de los pilotos, cuya violación es permanente sin que los inspectores de Aeronáutica se den por enterados. Es generalmente sabido que la fatiga y el estrés son amenazas para la seguridad aérea.

En ese contexto no podemos evitar que alguien piense que si hay inobservancia en prácticas tan evidentes, lo mismo no ocurra en otros aspectos de riguroso cumplimiento.

El enemigo agachado de la corrupción, sin embargo, no sólo se encuentra en el personal maleado que aún está en Aeronáutica, sino en las «debilidades» que puedan presentarse en los vericuetos del negocio aéreo, donde se mueven muchos intereses. Ahí también Aeronáutica tiene una gran tarea, fundamentalmente a favor del empresariado que hace las cosas como Dios manda.

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