El término profeta tiene, por lo menos, dos acepciones. Puede significar: Persona que hace predicciones, supuestamente por inspiración divina, o persona capacitada para predecir situaciones o hechos en base a indicios que pueden ser de corte científico o simplemente por intuición.
Al célebre militar y político norteamericano del pasado siglo, Dwight Eisenhower, quien desempeñara un rol protagónico en los resultados finales de la Segunda Guerra Mundial, le tocó la gloria de liderear los tres desembarcos de las fuerzas aliadas, que determinaron el desplome militar del Nazismo de Hitler y el Fascismo de Benito Mussolini. Eisenhower, Macarthur y Bradley, formaron la trilogía de generales norteamericanos de más bagaje en el campo de batalla, y en lo que respecta a planeamiento militar.
Eisenhower asumió la misión histórica de confirmar, personalmente, lo que para amplios sectores de opinión mundial, incluso en los Estados Unidos, eran sólo rumores y supuestos hechos no comprobados, concernientes al genocidio perpetrado por Hitler contra los judíos, y otras minorías disidentes y opositores al régimen Nazi. Eisenhower tuvo siempre la certidumbre de que algo andaba mal, aun con los esfuerzos de este nefasto régimen de ocultar al conocimiento de la opinión mundial, el significado y alcance de lo que Hitler bautizó como la solución final. Inclusive, a los líderes civiles y militares de los E.U.A. se les hacía cuesta arriba suponer que Alemania fuera capaz de salirse del marco de los acuerdos de Ginebra en relación a la protección que se debía a la población civil en caso de guerra. Por eso, hacían caso omiso de las denuncias que se filtraban sobre lo que realmente estaba aconteciendo en la Europa ocupada por las hordas hitlerianas.
No cabe dudas de que a partir de la llegada de la Internet al mundo de las comunicaciones masivas, hemos tenido acceso a hechos históricos del pasado reciente, hasta las más antiguas epopeyas del género humano, en el campo de las artes, las letras, la ciencia, y de lo que muchos han interpretado, paradójicamente, como el motor del progreso humano: las guerras. La Internet ha puesto al descubierto y al alcance de todo el universo-mundo, sucesos que de otro modo, las generaciones presentes al igual que las de ayer, hubieran tenido que esperar que salieran a la luz a través de los medios tradicionales, con la consabida pérdida de vigencia o interés del público lector.
Hoy, a la sola presión de una tecla o botón, todo un mundo informativo se abre ante nuestros ojos de manera libérrima e instantánea, sin que inquisidores de nuevo cuño se abroguen facultades ilimitadas de censura. Ya no es necesario hacer ningún ejercicio de especulación para saber a ciencia cierta quien cometió hechos deleznables contra el género humano y quien no. Exceptuando lo que tiene categoría de material altamente clasificado, lo demás puede ser del conocimiento del más común de los mortales al momento de ocurrir. Para bien o para mal la Internet ha cambiado las reglas del juego, fortaleciendo así el libre juego de las ideas. El mundo se ha convertido en una aldea en donde todas las cosas buenas y las malas se airean a la vista de todos.
Estamos en capacidad de conocer con el más prolijo de los detalles, sobre cualquier conflicto bélico, como la 1ra. Y 2da. Guerra Mundial, así como cualquiera de las guerras y guerritas que nos hemos gastado en los últimos 60 o 70 años. Además, los actores en pugna, o sus herederos, son libres de exponer su versión, lo que enriquecería las posibilidades de la puesta en evidencia de elementos de contraste, con una aproximación sensata de los hechos. Por otro lado, los que estamos en las gradas, podríamos discernir quien miente, quien exagera, quien inventa, o quien da el primer golpe para que se produzcan los eventos que culminen en un conflicto lamentable.
En mi adolescencia, en la década de los 40, entré al fascinante mundo de los libros y revistas, convirtiéndome en un asiduo visitante de la pequeña y recién inaugurada biblioteca municipal de mi pueblo, Villa Julia Molina, hoy Nagua. Aparte de los novelistas clásicos, Alejandro Dumas, Victor Hugo, Lamartine, Cervantes, Balzac, etc. devoraba con ansias la revista Selecciones Readers Digest, y muy especialmente En Guardia, órgano de difusión de la armada americana, durante la contienda bélica. Soñaba con ser piloto de guerra, me veía a mi mismo volando un P-51 y enfrentando a los emblemáticos Stukas y Messerschmitts de la Luftwaffe (Fuerza Aérea Alemana). Con el desembarco de los aliados se inicio el conteo regresivo que culminó con la derrota de los ejércitos de la Alemania Nazi.
Cuando Eisenhower accesó al primero de los campos de exterminio, de los varios pertenecientes al complejo del nefasto Buchenwald, específicamente el de Ohrdruf, quedó impactado al ver por sus propios ojos lo que siempre sospechó, la enorme capacidad del régimen Nazi para la maldad fuera de todo límite concebible para una mente racional. El general Eisenhower se ocupó de documentar por todos los medios posibles, lo que fue parte de uno de los genocidios más grande de la historia, el Holocausto. Recuerdo como mi mente de niño aun, quedó traumatizada por mucho tiempo, al ver aquellas horribles fotos de montañas de cadáveres desnudos y esqueléticos. Hombres, mujeres, niños, y ancianos, sin excepción, fueron masacrados, gaseados, o convertidos en ceniza en los hornos crematorios de esas instalaciones infernales.
El general Eisenhower, frente a sus oficiales y soldados, con sus narices cubiertas debido al hedor reinante, dijo estas palabras lapidarias, pero proféticas: Documenten todo esto, con fotos, fílmicas, testimonios y declaraciones. No escatimen pruebas de lo que estamos presenciando, porque mañana habrá quien o quienes atribuirán todo esto a propaganda de guerra, diciendo que esto nunca ocurrió. Hoy, ante el espectro de una conflagración, con su epicentro en el Oriente Medio, el señor Almadinejah, gobernante iraní, confirma el temor del general norteamericano. Este personaje insiste en su discurso, y que no estamos seguros de que sea una simple bravuconada, que el Holocausto perpetrado por Hitler y sus ideólogos, nunca ocurrió y que el sionismo representado por Israel debe ser barrido de la faz de la tierra. Estas proclamas incendiarias son celebradas por los radicales del mundo musulmán, y por otros, que sin ser árabes islámicos, se vanaglorian de su virulento antisemitismo. Algunos piensan que las invectivas del señor Almadinejah, sólo persiguen distraer la atención de Occidente, en tanto Irán sigue afanosamente tras la obtención de armamento nuclear, en medio de las discusiones estériles y las amenazas de sanciones, que hasta ahora, tienen sin cuidado a los iraníes y a su controversial gobernante.
El ruego de la gente sensata en todo el mundo, es que se produzcan situaciones que frustren de una forma o de otra, las ambiciones de los artífices de la revolución de los Ayatolás, de poseer armas atómicas, que lo menos para lo que podrían servir, sería para chantajear y amenazar a quienes los antagonicen de alguna manera. Poner de rodillas a Occidente es un sueño de los islámicos radicales lidereados por el señor Almadinejah y un evasivo pero no menos peligroso Osama Bin Laden. ¿Quien le diría a Ike Eisenhower que a poco más de dos generaciones se cumplirían sus proféticos temores?