El ascenso de Donald Trump por segunda vez a la Presidencia de los Estados Unidos plantea formalmente un nuevo eje en la geopolítica global. Este grupo tiene como base algunos principios sociales, políticos, morales y económicos. Entre ellos se encuentran: el sentido común, la reducción de la burocracia estatal, el fortalecimiento del sector privado, la recuperación de los valores occidentales, el nacionalismo por encima del globalismo, entre otros. Junto al Líder del Mundo Libre, otros exponentes de esta tendencia son Javier Milei en Argentina, Georgia Meloni en Italia, Nayib Bukele en El Salvador y Viktor Orban en Hungría. Además podemos citar a líderes como Santiago Abascal en España, Eric Zemmour en Francia, Alice Weidel en Alemania, Nigel Farage en el Reino Unido, los Bolsonaro en Brasil, etc.
Lo que era un movimiento, que inició en el 2015 con el “Make America Great Again” de la primera campaña de Donald Trump, y luego asumió el control del Partido Republicano, hoy es una poderosa coalición. El liderazgo que mencionamos en el párrafo anterior luce unido, por lo menos en la visión macro de defender lo que representa occidente, y esto desluce a los que no forman parte del eje MAGA, que enfrentan situaciones complejas en sus países, pérdida de popularidad, y total incapacidad de articular un esfuerzo común con otras naciones.
El caso europeo es el más palpable. Al salir del ruedo la entonces canciller alemana Angela Merkel, el viejo continente perdió su centro. Emmanuel Macron, presidente francés, ha intentado ocupar ese espacio, pero no lo ha logrado, entre otras razones, porque su visión desconectada de la realidad occidental no le permitió concretizar apoyo de otros pares. Con esto no digo que Angela Merkel era la más occidentalista, pues parte del desastre migratorio que hoy día vive Europa, recae sobre sus políticas de apertura de fronteras. Sin embargo, tenía una mayor destreza en el pragmatismo político, y una personalidad de hierro. Ahora parece que Georgia Meloni, con el apoyo del eje MAGA, pudiera asumir el liderazgo de un continente golpeado por el globalismo. Si la AfD gana en Alemania, con Weidel, ambas mujeres pudieran comenzar a recomponer la región.
En América Latina, los remanentes de una izquierda retrógrada, como son los casos de Venezuela, y Nicaragua, son dictaduras. Brasil, Colombia y Chile, cuyos líderes ser identifican como “progresistas”, no han podido coincidir si quiera en planteamientos sobre temas del Mercosur.
República Dominicana debe replantear urgentemente su posición ante esta realidad geopolítica. La neutralidad a veces juega su rol, pero en este caso, no creo que sea una opción.