Ejemplo… educación suprema

Ejemplo… educación suprema

Educar es un asunto tan importante que bien podría limitarse a los dioses. Sin embargo, algún misterioso designio nos obliga a educarnos unos a otros. Una encomienda de tal magnitud no resulta nada fácil. ¡Buenos educadores hay poquísimos en el mundo! Así que el pueblo que cuenta con ellos, debe atesorarlos, protegerlos y escucharlos.

¿Cómo se “fabrica” un Mandela? Gran incógnita que se ilumina difusamente, cuando leemos su detallada autobiografía. Las intríngulis de su tribu, sus parientes, viajes, sus estudios y práctica de abogado, el comienzo en la política y choques con el “apartheid” que dio con sus huesos en la cárcel, en una isla apartada de la que ninguno salía sin haber sufrido vejaciones deshumanizantes. Mandela queda libre, es electo presidente, en sus manos estuvo y está la suerte de África del Sur.

Nelson Mandela, sin embargo, llegó a la presidencia de su país sin odios, ni rencores pero con buena memoria de la situación que había vivido y la que experimentaban sus negros. Pudo haberse convertido en el vengador de sus semejantes, en un resentido social, en un súper millonario; por el contrario impuso el perdón y la reconciliación con el enemigo abusador; no hubo saqueo ni destrucción de bienes. En fin, sus acciones son fruto de la sana y honorable educación familiar, tribal y bucólica que recibió. Y de su inteligencia.

Su grandeza se universaliza y destaca con su acción de vida: respetar a los que lo vejaron, castigaron y abusaron por su negritud. Han sido muchos los casos en que su intervención oportuna, sus dones, calmaron a seguidores que con ánimo bíblico buscaban la justicia del: “Ojo por ojo, diente por diente …”. Todavía hoy, a muchos años de su gobierno, en las postrimerías de su vida, se le considera el aglutinador de su país. Es impresionante y digno de reverencia. ¿Cómo alcanzó Mandela las cumbres divinas? ¿Qué faro especial lo llevó a ver la oportunidad de convertirse en grande entre los grandes y no desperdiciarla en asuntos pasajeros, mundanos? ¡Qué gran ejemplo para su ignorante pueblo!

Suiza como se sabe, un país neutral, sufrió los peligros de un vecino desquiciado por el poder. En esas circunstancias, su parlamento decidió poner la seguridad de su neutralidad en manos de una persona, el general Guisan. Esta responsabilidad fue otorgada por primera y única vez, pues los rangos militares en Suiza sólo alcanzan a coronel. La Historia atestigua que del 1939 al 1945, el mundo sufrió una enorme convulsión: se destruyeron ciudades, dividieron países, deshicieron imperios y Suiza con el general Guisan al frente, resistió inmensas presiones y mantuvo su neutralidad. Terminada la segunda guerra mundial y pasado el peligro, el general se presentó ante el Parlamento Suizo y renunció a su cargo diciendo, parafraseo: “El peligro ha pasado. He actuado según mi conciencia, si lo hice bien o mal que el pueblo me juzgue. Me voy a mi casa, Suiza no me debe nada y si me necesitara nuevamente estaré presto”. Ejemplo perdurable e inolvidable.

George Washington, jefe de los ejércitos liberadores de los Estados Unidos de América, elegido fácilmente primer presidente de ese país, gobernó dos períodos y cuando lo animaban a que siguiera en el poder que muy bien pudo mantener, declinó, inconmovible, su elección para un tercer mandato porque consideró que la perpetuación en el poder no era saludable para la democracia; se marchó a su quinta en Mount Vernon. De esa forma creó una costumbre que se mantiene hasta hoy, rota sólo por Franklin D. Roosevelt; dos períodos de gobierno y basta.

Casos como estos en diferentes aspectos, vertientes y órdenes de la vida, se cuentan en muchos países, inclusive la antigua República Dominicana, donde Juan Pablo Duarte se dio por completo y absolutamente por la creación de la república, o, el general Perdomo que convenció a su carcelero para que lo dejara ir a despedirse de su amada, prometiendo que volvería en la madrugada aun cuando sabía que sería fusilado; como fue.

Hay países donde no se han atrofiado esos sentimientos y sentido de responsabilidad que conducen a ejemplos sublimes. Los ejemplos sublimes derivan en otros menos espectaculares; unos y otros permean el suelo nacional que da frutos educados. Entonces, un buen número de personas cumple sus palabras, sus promesas; rige el sistema de honor. Y la vida se torna mejor.

Esta maravillosa sucesión de ejemplos de vida no es posible sin la sana educación del hogar y cuando falta la escuela que la completa. Si no hay buenos ejemplos, no habrá educación duradera y el país o los países que no logren niveles porcentuales de su gente capaces de educar con el ejemplo, pasarán por la pena de vivir en el “bandidismo” del robo, crimen, la incapacidad y desorientacón.

A fin de cuentas, no vale lo que se dice si no va respaldado por lo que se hace, la prédica se materializa con el ejemplo de vida, con la acción. Bien lo recoge el refrán castellano: “Obras son amores y no buenas razones.” Porque una mente avispada, siempre encontrará una buena excusa.

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