Ejemplo del padre Quinn pervivirá por siempre

Ejemplo del padre Quinn pervivirá por siempre

 “No es posible conservar y desarrollar los recursos naturales, si no se conserva y desarrolla la vida humana, porque la humanidad y la naturaleza sólo se pueden desarrollar juntos”.
 Luis Quinn

POR MINERVA ISA

Las campanas lloraron esa noche sin consuelo. ¿Por quién doblan?, se preguntaba el pueblo al oír su lento y grave tañir, mientras unos a otros inquirían con la mirada, gestos y palabras cargadas de presagios porque allá en Florida, quebrantada la salud, estaba aquel anciano venerable de humildad proverbial y espíritu indomable, a quien amaban. Y justamente doblaban por él, por él lloraban con gimientes arpegios junto a los hombres y mujeres de San José de Ocoa que se congregaban en el parque y en la iglesia, donde desde ayer descansa para siempre.

Poco antes de fallecer, mientras libraba una batalla con la muerte en el Medical Center, de Fort Lauderdale, Florida, apretó fuertemente las manos del superior de la Orden de los Scarboros, el padre Juan Lynch, y de Sheila Nyhan, enfermera canadiense, y su voz apenas audible, cobró vigor exclamando: — ¡Yo tengo que vivir, yo amo a mi gente!

Fueron sus últimas palabras. Y allá en el valle de Ocoa su gente de esa zona y de las lomas oyó consternada la noticia: —El padre Luis ha muerto. Y las campanas doblaban y redoblaban sin cesar esa noche del 11 de octubre en que Luis, el labrador de conciencias, cerró el álbum de su vida terrenal, aquel inglesito que a los 4 años de edad emigró a Canadá, el fornido joven de 37 años con el rostro iluminado por dos trocitos de cielo, recia la musculatura a la par que el carácter, que en 1965 llegó a Ocoa para no irse más.

El Padre Quinn, cuyo cadáver recibieron en llanto, luego que, tras pasar por Baní bajo una lluvia de flores, llegara a Ocoa en un rústico ataúd de pino y sus botas de faenas. Frente a él desfiló el pueblo, en un flujo incesante, repartiendo recordatorios que agrupaciones o familias hacían por su propia cuenta, distribuyendo volantes alusivos a la obra del Padre, jurando que seguirían su ejemplo y nunca dejarán morir sus enseñanzas.  

Allí en su iglesia, dormido para siempre, estaba el legendario sacerdote de la Orden de los Scarboros, el mismo que tomaba el pico y la pala para abrir pozos y caminos, el que cargaba troncos junto a los campesinos haciéndose uno de ellos, aquel que roturaba la tierra en un tractor y de noche tomaba su guitarra cantando con voz queda “Las casas de cartón”. Es él, el que escondió perseguidos políticos y en 1979 desafiaba los vientos del huracán David en una motocicleta bajo la torrencial lluvia para llegar a los parajes incomunicados.

¿Por quién doblan las campanas! Doblan por él, el pastor que predicó con el ejemplo, el sacerdote de sotana blanca en la misa matinal, el sembrador de principios cristianos que trascendían las paredes del templo traduciéndose en obras, en ayuda a los más necesitados, desarrollando por más de cuatro décadas a través de la Asociación  para el Desarrollo de San José de Ocoa (ADESJO), de la que fue director ejecutivo, una intensa labor social que no desvinculaba de su misión pastoral. El Padre Quinn, el cura de prédica poco convencional que en autoridades eclesiales y gubernamentales despertaba recelo, el que en el púlpito lanzaba palabras afiladas contra las injusticia que enseñoreaba el hambre y la miseria, el sacerdote insobornable que horas después, con su cachucha y jean raído pasaba en la camioneta para integrarse al trabajo comunitario, el que mediante los convites campesinos, a la vieja usanza, veía el milagro de la apertura de un camino, un acueducto, un vivero o un sistema de riego por aspersión, que trocaba al terrateniente por un pedazo de tierra prestado a un desposeído, en un original modelo de reforma agraria en predios de secano que a muchos ayudó a subsistir.

En esas largas jornadas, trabajaba con las manos y la palabra que infundía aliento y enseñaba a defender los derechos, a  inculcar la autogestión, el valor de la integración comunitaria y la fuerza de la  ayuda mutua. Imprimía a su obra la fuerza de su espíritu invencible, con el que no podían las afecciones cardíacas ni la hernia discal, diseminando por toda la serranía invernaderos, centros artesanales, escuelas, viviendas, sistemas de energía solar.

Sembrador de fe y de autoestima, labró la conciencia social y ecológica, implorando que el Dios de la armonía natural y humana los acompañara hacia una nueva relación con la tierra, con la gente y con la vida. Plantó principios y valores que retoñaron en la gente y en el verdor de los campos, salvando del hambre a los pobres y de la muerte a los ríos, atenuando la erosión en las montañas. Su prédica incesante llamaba a procurar un desarrollo integral, no sólo por simple humanidad o por justicia, sino también por eficacia. De su valioso legado lo que más apreció fue mostrar el valor del trabajo. “Yo he venido aquí a tratar de hacerles ver la importancia del trabajo para poder solucionar sus problemas inmediatos”. “Ese ha sido mi mejor trabajo”

Para él era importante ver en la gente una transformación de vida, constatar que los esfuerzos por el desarrollo conducían a la autogestión. “Ese y no otro es mi sueño”, decía este hombre de gran nobleza y verticalidad, inteligencia brillante y voluntad inquebrantable, que lloró de emoción al serle otorgada la “ciudadanía privilegiada”.

Era el padre de todos y para todo. Presente en las penas y alegrías, aquí visitando un enfermo, allá vadeando un río o en un gredar desbrozando un camino, exponiéndose en desfiladeros fangosos bajo lluvias torrenciales. Se multiplicaba, y para todos alcanzaba su esfuerzo, su ternura, su amor. Ayer recibió sepultura en el pueblo que hizo suyo, entre los ocoeños a los que dedicó hasta el último aliento, cuando camino al hospital en Florida daba instrucciones a dirigentes de la ADESJO. Ahora, su ser no tiene límites. El es todo lo que existe, está en su gente, en las sierras, en los ríos y en el bosque, en el guayacán que toma alturas en el parque como buscando al otro “guayacán” que competía con él en reciedumbre.

Datos biográficos

1928.- Nace Luis José Quinn el 12 de enero en Inglaterra

1932: Emigra a Toronto, Canadá.

1952: Ordenación sacerdotal en el seminario de los padres Scarboro.

1953: Llega a República Dominicana como misionero. Se hospeda seis meses en el seminario de Manresa, Haina, estudiando español, desde donde lo envían a Baní, donde estuvo en dos oportunidades, y luego al poblado Guerra, en DN, por tres meses.

1960: Es asignado a Padre las Casas, luego a Yamasá, por un año, y unos meses en Hato Mayor.

1965: Llega el 26 de agosto a San José de Ocoa como párroco.

1996: El gobierno dominicano le otorga la ciudadanía privilegiada.

2007: Fallece en Florida el 11 de octubre.

Publicaciones Relacionadas

Más leídas