Ejercicios de excepción

Ejercicios de excepción

Ramón Cáceres, Federico, agotó un período de excepción. Muchachos, nos inculcaron en aula que él, al igual que Concho Primo, burló su Nación. Con el andar del tiempo, cuando las lecturas se hicieron en las fuentes primarias, descubrimos la otra verdad. A que sobrenadase ésta, no puede negarse jamás, contribuyó sobremanera don Pedro Troncoso Sánchez. Y hemos de creerle no sólo porque acopió documentos muy íntimos de la familia, sino porque, a su vez, era hijo de un amigo de Mon.

            La amistad entre ambos surgió de un acto de Mon, que mostró la grandeza de ánimo del hercúleo campesino y magnífico gobernante. Don Manuel de Jesús Troncoso de la Concha era secretario del Presidente Carlos Morales Languasco. Cuando se vio interrumpido el ejercicio de éste, don Pipí se retiró a su casa. Entendió que su papel de colaborador de don Carlos le impedía hacerse el gracioso con el guerrero que ahora asumía la Presidencia de la República.

            Mon, que lo conocía, pues era el Vicepresidente de don Carlos, mandó por él. ¿Por qué hace mutis y se aparta de sus funciones? Las explicaciones de don Pipí le lucen inverosímiles y le señala que su lealtad personal al caído mandatario no le impide trabajar en el gobierno. ¡Inusual e inopinado reclamo en pueblo que ha menguado sus bríos persiguiéndose a sí mismo!

Con entereza y prudencia enfrentó a Concho Primo. Es verdad que fue, tanto como severo, rudo. También fue condescendiente. Tanto que, tal vez por serlo en extremo, se cometió el magnicidio. El ejercicio cumplido, más que un período, puede juzgarse un interregno. Una etapa de orden económico y financiero invocado por el acreedor internacional de la República y entendido por él. Quizá se juzgue la Convención Dominico-Americana, como mancha del mandato.

Nada de ello. Su endoso a las disposiciones financieras asumidas por don Federico Velásquez y Hernández, prueban que miraba más allá del reclamo del acreedor. Lo acontecido tras su inhumación refleja que se requería un don natural hacia el orden y amor a la República para comprender que el país necesitó entonces gente capaz y no gente descocada. Esa época sucedánea redondea la incomprendida trascendencia de su mandato.

Mon constituyó una excepción. Como más tarde habría de vivirse entre patadas e insolencias, durante la ocupación de 1916. O, como resultado de las locuras nacionales y los abusos contra la ley y las finanzas públicas, durante el prolongado régimen de Rafael L. Trujillo.

Ciertamente, Federico, Ramón Cáceres encabezó un período de excepción. 

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