El ballet Cascanueces llega a Bellas Artes de mano de Doris Infante, directora de la academia de ballet que lleva su nombre. No es fácil para una academia llevar a escena este clásico de Navidad, dadas las exigencias del mismo, desde el punto de vista técnico.  Sin embargo, la puesta en escena inteligente, logra proyectar un espectáculo digno con momentos verdaderamente hermosos.

 Siguiendo la versión original Ivanoff-Petipá, sobre el cuento de Hoffmann, la primera escena, la llegada de los invitados y la fiesta en la casa de los  Silverhauss, dentro de un marco escenográfico apropiado tiene un buen desarrollo, sobresaliendo la figura de Carmen Espinosa, -la madre- cuyos elegantes movimientos no escapan a su estirpe de bailarina clásica; acompañada del dramaturgo y actor Franklyn Domínguez –el padre- quienes dignifican la escena, acogiendo a todos. La niña Gabriela Checo –Clara– tiene buen desempeño,  e igual Husmell Díaz –Drosselmeyer- quien logra proyectar el enigmático personaje. El mejor momento lo ofrece el bailarín invitado del ballet de Cuba, Léster Díaz, como Arlequín, con sus magníficos “grand écart sauté”. La escena de las nieves nos permite ver jóvenes con buen nivel, la hermosa coreografía cierra el primer acto.

El divertimento del segundo acto propicia la presentación de grupos de pequeñitas en las danzas china y rusa. La danza árabe, bellamente interpretada, pone de manifiesto la maleabilidad corporal de Daniela Azar, quien recibe el apoyo efectivo de Iván Monreal.  El vals de las flores no tiene gran atractivo, salvo las dos solistas: Marialys Carmona y Patricia Antigua. La niña que interpreta la Gota de Rocío –Carla Barinas– muestra buenas condiciones para la danza clásica.

El Grand Pas interpretado por Léster Díaz y Marjorie Villanueva, de nuevo pone de manifiesto la técnica del bailarín invitado, manifestada en la ejecución de los “entrechat”, y además se luce en su variación.