El “descogoñamento” de la opinión pública

El “descogoñamento” de la opinión pública

La palabra precisa no existe, pero habrá que inventar alguna que signifique el desquiciamiento sistemático, total, de manera consciente y perversa, de los criterios, las normas y las reglas del juego, en que se basa el sistema de la verdad y de la opinión pública del país.

Es lo que ha estado ocurriendo. Se asemeja a la figura mítica de la Torre de Babel, según la cual, mediante el castigo divino, los hombres se vieron imposibilitados de entenderse y de trabajar juntos, por lo cual todos se dispersaron por el mundo.

La palabra clara, comunicada con propósito de entendimiento mutuo es la materia prima de toda acción social, todo contrato o concertación. Una sociedad que careceré de ese sustrato o basamento de veracidad y de propósito de entendimiento y concertación, no es viable, bajo ningún concepto.

Si un daño grave se le ha estado haciendo a este país, es el de destruir los criterios de veracidad y eticidad, mediante la desinformación permanente, la contratación de sicarios,  asalariados, mini y medianos empresarios de la lisonja y la difamación, que desde medios de información y opinión, principalmente radioemisoras,  operan impunemente es ese sentido.

Apabullada y desconcertada, la clase media ha perdido la capacidad de hacer sentir su opinión ante las instancias de decisión y gobierno; sus representantes han perdido arraigo, status y tracción social; la población carece de referentes válidos de opinión que la orienten; lo que dicen las  personas con autoridad moral y profesional es echado por tierra por francotiradores de oficio, que distorsionan  las opiniones más certeras, objetivas y equilibradas, solamente porque no concuerdan con los intereses o las líneas de opinión del gobierno o del partido.Sería menos grave si las fuentes oficiales y el liderazgo político fueran creíbles y aceptables.

Ni siquiera las informaciones acerca del desempeño de la economía son tenidas por ciertas. Los más destacados especialistas en la materia no alcanzan a convencer a los desconcertados y descreídos ciudadanos, y los que parecen entender o conocer la verdad,  son sospechosos de complicidad con algún bando, incluyendo a los propios organismos internacionales, los cuales dan a menudo la clara impresión de que tienen compromiso con ciertas posiciones  oficiales o privadas. Si no producimos una sustancia prima, insumo de credibilidad y entendimiento, que permita formas primarias de concertación y ordenamiento de la actividad pública e institucional, y de la conducta privada y familiar (sobre todo en un orden mundial globalizado, en el cual la comunicación es el insumo por excelencia de todas las actividades humanas: económicas, políticas, educacionales, culturales, recreativas); nuestro país estará condenado, como Babel, al caos y a la dispersión; delincuencia y corrupción; al desorden y fracaso total.

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